Este verano, el primer álbum del reportero más famoso de la viñeta, Tintín en el Congo, fue retirado en Inglaterra de la sección juvenil de las librerías por presentar una visión xenófoba de África, provocando su reubicación en el espacio destinado para adultos. Anteriormente, y por razones análogas, la galardonada novela gráfica Blankets de Craig Thompson y la indudablemente futura premiada Fun Home de Alison Bechdel fueron apartadas de las estanterías de cómics de una biblioteca de Missouri a causa de sus controvertidos temas y dibujos. Tanto Blankets, por abordar las dudas de un adolescente acerca de la sexualidad y la religión, como Fun Home, por hablar de homosexualidad, fueron recolocados en las repisas para mayores de edad.
Existe una cuestión moral, no hay duda. Pero también se presenta otra, de carácter nominal, lingüístico. En la nomenclatura del cómic, un mismo término suele servir para definir el soporte y el tipo de obra. Si un "álbum" hace referencia a un libro de cuarenta y ocho o sesenta y cuatro páginas en formato de 21x29 cm. y un "comic-book" señala un libreto de veinte a treinta páginas en hojas de 17x26, ambos anticipan también unos contenidos concretos. Sugieren un estilo y un tipo de historia propios, pues donde se espera que el álbum relate historias de magia y espada o de investigadores trotamundos en un estilo deudor de Hergé, el otro, con diseños y composiciones que beben del trabajo de Jack Kirby, tratará aventuras de superhéroes; y los dos, posiblemente, estarán dirigidos a un público principalmente adolescente y masculino. Los prejuicios sobre el material que ofrecerá una obra en función únicamente del soporte en el que ha sido editado existen desde el nacimiento de las tiras cómicas hasta la aparición del manga.
Más confuso aún resulta el neologismo de "novela gráfica" que, pese a una antigüedad de décadas, ha visto su uso reavivado en los últimos años gracias a los buenos resultados comerciales que está reportando al sector. Su creador, Will Eisner, lo trajo al mundo con la intención de renovar el medio e intentar contrarrestar la vacuidad del discurso superheroico con el que la industria estadounidense bombardeaba a los jóvenes, impidiendo la explotación y desarrollo de su potencial comunicativo a otros ámbitos y públicos. Urgía, pues, demostrar su valía e igualarlo al resto de artes. Por su capacidad narrativa, era obvio y beneficioso emparentarlo con la literatura, vieja conocida y respetada, y concretamente con la novela, que había demostrado ser idónea para contener cualquier tipo de historia en una variedad enorme de estilos y estructuras. Sin embargo, el "arte secuencial" (así lo definió el maestro) utilizaba también la imagen como elemento narrativo básico, era la otra pierna sobre la que se sustentaba. Así, el término de "novela gráfica" acabó perfilando una historieta adulta, es decir, reflexiva, compleja y realista, sobre las no menos complicadas relaciones humanas y sus eternas preguntas existenciales. Pero, al mismo tiempo, también exigía un nuevo formato que permitiera explicarlas, mayor que el del comic-book y más cercano al lomo de un libro literario.
De este modo, la designación de "novela gráfica" la reciben ahora tanto historietas de este tipo como refritos en dicho formato de series que antes simplemente se llamaban de otra manera. Su inexactitud se agrava cuando, todavía en proceso de regularización, de asimilar el renacido palabro a la sociedad y de definir estas obras como "no aptas" o "no comprensibles" para niños, o de sí realmente son lo que dicen ser o no, aparecen trabajos ensayísticos (como ya realizaron el propio Eisner y autores anteriores) y autobiográficos que chocan con el sentido ficcional que conlleva la designación de "novela". El cómic Fun Home ha sido bautizado ya como "memoria gráfica"1 en un intento de darle mayor credibilidad y prestigio, distinguiéndolo de las obras de ficción pese a poseer una elaboración en su discurso y en su trama mucho mayor que éstas. La falibilidad y artificialidad de la división de géneros es obvia, pues ellos mismos escapan a sus propias delimitaciones. Pero el problemón que se avecina peligrosamente en el desarrollo de la historieta es la traducción de todas las categorizaciones de la palabra escrita (ficción novelada, poética, dramática, ensayo histórico, sociológico, biográfico, económico, etc.) al mundo del cómic.
¿A cuántas tonterías más habrá que añadirle el adjetivo "gráfico" detrás? ¿Y estos neologismos serán realmente válidos para definir el objeto, o serán igual o peores que los ya existentes? Las nuevas denominaciones generan tantos rompecabezas que no parece descabellado volver a los orígenes, quitarse la vergüenza de encima y superar el acomplejamiento derivado de tantas connotaciones negativas que históricamente ha recibido el medio. EL CÓMIC, LA HISTORIETA, es un medio de expresión autónomo, igual de válido que la danza, la pintura, la escultura o la música, que no necesita importar nombres de otras áreas que ni definen con exactitud su esencia ni solventan los problemas existentes. Y, en fin, que las palabras de siempre son más cortas, y lo bueno si breve, dos veces bueno.
1.- En la contraportada de la edición inglesa de Fun Home, ed. Jonathan Cape, es calificada como "graphic memoir" mientras que en el número 282 de The Comics Journal, en la entrevista de Lynn Emmert a Alison Bechdel, se la define como "comic memoir".