En el centro de la mesa, una cesta de cerámica emulando el mimbre sobre tapete oval de encaje a bolillo plastificado. Dentro, cinco naranjas navelinas (escogidas en el híper, con guantes desechables, un sábado a primera hora de la tarde). En la piel de cada una de las naranjas, un sello redondo adherente rojo y amarillo que dice: Cosecheros Nules.
En el ángulo derecho, un cenicero triangular de metal dorado donde puede leerse por triplicado en cada lateral la palabra: Cinzano. Es una mesa de amplio comedor-salón reconvertida para la salita. Al no caber extendidas sus alas extensibles, se recogen por debajo de la tapa y parece la mesa un pajarraco de pino.
Cuatro sillas de estilo castellano, barniz roble, que no se inmutan cuando pasa el mocho de Vileda, ni cuando las visitas se dirigen al tresillo tapizado en sky marfil con cuatro cojines a fresones y melocotones y dos de blonda verde manzana. Coronando el sofá, cuadro paisajístico: atardecer con escena de caza. Todo el conjunto, con vistas a la tele de 24 pulgadas.
La Primera a todo volumen.
Una mecedora blanca, desconchada, con respaldo de palitos y almohada de croché del mismo verde pastel que los encajes del tresillo y las cortinas de ramos.
Expuesta sobre el mueble-estantería-aparador, baila estáticamente una muñequita flamenca juncal de moño cetrino cardado y flequillo en cortina, con zarcillos de aro, collar de falsa majórica, traje de volantes con panetes de terciopelo sintético y mantilla de encaje poliamida arrebolada sobre la pechera. En su grácil mano, porta una paloma blanca a la que mira con arrobo.
Lo interesante es que la muñequita flamenca del mueble-estantería-aparador baila la música rumbera de la unidad familiar. En ella se concentra la esencia de toda la escenografía hogareña. Y un día, en un futuro muy lejano, el pequeño de la dinastía evocará el desplante de patatús totero de la muñequita flamenca. Lo evocará con la dulce y profunda nostalgia que originan en el fondo de los corazones todos los universos chabacanos cuando se pierden. Y de seguro sonreirá con la mirada perdida en un tiempo denostado.