LUKE nº 90

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Literatura

Hocus Pocus

Enrique Gutiérrez Ordorika

El que algunos de nosotros sepamos leer
y escribir y un poco de matemáticas,
no significa que merezcamos
conquistar el universo.

Kurt Vonnegut, Hocus Pocus

Kurt Vonnegut

Hocus Pocus no tiene traducción, es la expresión de un hechizo, un encantamiento, las palabras mágicas de un conjuro, también es el título de una de las obras de Kurt Vonnegut, un trabajo -son palabras suyas- de ficción pura dedicado a la memoria de Eugene Víctor Debs, un insobornable pacifista y líder sindical norteamericano cuyas palabras más famosas Vonnegut incluye en el dibujo de una lápida que figura al comienzo del libro: "Mientras exista una clase inferior, perteneceré a ella. Mientras haya un elemento criminal, estaré hecho de él. Mientras permanezca un alma en prisión, no seré libre." Kurt Vonnegut, tristemente, nos dejó la pasada primavera; dejó este mundo, un mundo que le divertía y le entristecía de parecida manera, a la considerable edad de 84 años, tras una caída en su casa de Manhattan que le provocó importantes daños cerebrales, después de, entre otras suertes, - ironías finales de un humorista sarcástico- haber sobrevivido a los combates de la segunda guerra mundial y al criminal bombardeo aliado de Dresde escondido en el sótano de un matadero siendo prisionero de guerra, así como a décadas y décadas de inmensas humaredas consumidas por un empedernido impenitente fumador de tabaco. Recién otorgado el premio Nobel de Literatura de este año a la también octogenaria escritora británica Doris Lessing, se puede asegurar, sin ningún temor a equivocarse, que la academia sueca, con su desaparición el pasado mes de abril, perdió para siempre la posibilidad de otorgar el mencionado galardón a un escritor que por su singularidad -y suponiendo, que es mucho suponer, que los Nobels deban ser siempre merecidos- merecía como pocos; un escritor que entre otros epitafios bien podría lucir en su tumba uno que recogiera el sencillo elogio de Gore Vidal: "Kurt nunca fue aburrido". Es cierto, Kurt Vonnegut nunca resulta aburrido. Ni cuando habla de cosas transcendentes: "¿Por qué estamos en este mundo? ¿Hay alguna figura preeminente que le dé sentido a todo esto, un dios que después de todo, a pesar de hacer sufrir a la gente, les quiera bien?". Ni tampoco cuando habla de cosas mundanas:"No hay términos indecentes en este libro, excepto "infierno" y "Dios", por si alguien teme que algún niño inocente pueda ver 1. La expresión que utilizaré para referirme al final de la Guerra de Vietnam es la siguiente: "Cuando el excremento llegó al aire acondicionado." Quizá el único precepto que me enseñó el abuelo Wills y que he respetado durante toda mi vida adulta es aquél que reza que las palabrotas y las obscenidades autorizan a las personas que no quieren oír información desagradable a hacerse las sordas y ciegas". Ni siquiera cuando habla de sí mismo: "He descubierto que un humanista es una persona que tiene un gran interés por los seres humanos. Mi perro es un humanista". Kurt Vonnegut se autodefinía como un escéptico religioso y un librepensador humanista, y fue tan consecuente con esa definición que, precisamente por ello, hubo un tiempo en el que sus libros fueron prohibidos y hasta quemados por su presunto "contenido obsceno". Hubo incluso críticos que, molestos por ese ácido sentido del humor con el que agujereaba los argumentos de los bienpensantes oficiales, le tildaron de ser un filósofo de tebeo y un suministrador de aforismos vacíos. Él, sin embargo, se limitaba a sostener que, por esencia y por definición, la literatura está cargada de opiniones, y disparó, como pocos, sus dardos contra la estupidez humana. Quizás por eso la lectura de sus obras sigue resultando interesante. La estupidez es un tema inagotable y, da igual el siglo en el que nos encontremos, nunca pierde un ápice de rabiosa actualidad. Vonnegut es un escritor difícil de encasillar, incluso hay quien sostiene que es el inventor de un nuevo género literario. En sus obras, donde combina el humor negro, la sátira, elementos fantásticos y ciencia-ficción, citas y chistes ingenuos, técnicas vanguardistas y filosofía, se denuncia las lacras de la guerra, la suicida degradación de un medio ambiente que amenaza con hipotecar el futuro terrestre, la podredumbre de los psicópatas que rigen actualmente el mundo, así como las angustias existenciales y los absurdos de la vida moderna; todo ello con un estilo intraducible, un estilo al que también se le podría aplicar la expresión Hocus Pocus porque funciona como un conjuro o un hechizo, con las palabras mágicas de un continuo encantamiento: "Éste es el único de los relatos cuya moraleja conozco. No creo que sea una moraleja extraordinaria. Sólo que en esta ocasión sé cuál es: somos lo que aparentamos ser, así que debemos tener cuidado con lo que aparentamos ser". Kurt Vonnegut fue un extraordinario escritor y nos ha dejado sus libros para continuar el prodigio de seguir releyéndolos. Así es. Hocus Pocus.