A menudo se ha dicho de Richard Yates que es un escritor para escritores y algo de cierto debe haber en semejante afirmación cuando son tantos los autores que han mostrado públicamente admiración por su obra -caso de Richard Ford, Julian Barnes, Michael Chabon, Nick Hornby o Richard Russo, por citar varios contemporáneos-, en algunos casos frustrados por el insuficiente reconocimiento obtenido. Y es que esa supuesta cualidad, o etiqueta, de ser un "escritor para escritores" plantea un dilema a la hora de enjuiciar la obra del escritor norteamericano: es útil para justificar su escaso eco entre el público pero pesa como un yunque cuando se trata de divulgarla. Aún así, es posible que la fortuna de Richard Yates esté a punto de dar un giro inesperado desde que hace escasas semanas se anunciara el rodaje de una película basada en su obra maestra: Vía Revolucionaria (Revolutionary Road).
Cabe suponer que de no haber fallecido hace ya quince años, el propio Yates hubiera sido el primer sorprendido de conocer los nombres de los principales encargados de llevar a cabo el proyecto: Sam Mendes, el oscarizado director de American Beauty, junto a Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, la pareja protagonista de la multi-oscarizada Titanic, quienes se dirían conjurados para sacudirse de una vez por todas cualquier rastro de almíbar que les quedara impregnado tras su participación en la fastuosa superproducción. De ser así, nadie mejor que Yates para ayudarles a alcanzar su objetivo. Con todo, dada la dilatada trayectoria acumulada por Vía Revolucionaria en Hollywood desde su publicación en 1961, su interminable peregrinaje por mesas y cajones de distintas productoras, unida a las tortuosas experiencias del propio Yates como guionista en la meca del cine, se puede intuir que éste no se acabaría de fiar, como si temiera que el menor contratiempo pudiera dar al traste con los planes anunciados.
La experiencia de Richard Yates en Hollywood, adonde se trasladó en dos etapas distintas de su vida emulando sin proponérselo a su admirado Scott Fitzgerald, siempre con la ilusión de solventar sus crónicas estrecheces económicas, siempre culminadas en un amargo desengaño, fue recreada de un modo bastante fiel en su obra-al igual que haría con numerosos episodios de su vida-, en concreto en su extenso relato "Saying Goodbye To Sally" y en amplios fragmentos de su novela "Disturbing the Peace" . Durante su primera estancia trabajaría como guionista para John Frankenheimer, el director de "The Manchurian Candidate" , en la adaptación de una novela de su amigo William Styron, el autor de "La decisión de Sofía", proyecto que pese al exitoso trabajo de Yates no llegaría a ver la luz. En la segunda ocasión quedó bajo la tutela del director Roger Corman, famoso por sus películas de serie B, con el cometido de escribir un guión para una película sobre la batalla de Iwo Jima que Yates -veterano de la Segunda Guerra Mundial en el frente europeo- se propuso enfocar desde la perspectiva de los combatientes de ambos bandos, una aproximación demasiado novedosa para una época en que el cine bélico seguía el cliché de buenos contra malos, retomada sin embargo por Clint Eastwood cuarenta años después con gran éxito de crítica. Por supuesto, el proyecto de Corman y Yates fue finalmente archivado por Columbia Pictures, de modo que la única contribución de Richard Yates al cine de Hollywood que llegaría hasta el público consiste en un borrador del guión de "El puente de Remagen", una cinta bélica más de la época en la que si acaso se percibe un trato más humano hacia los soldados alemanes de lo que entonces era habitual.
Aparte de eso de ser un escritor para escritores, otra de las maldiciones que persiguió a Richard Yates -si bien en este caso reconocida por él mismo- es que su primera novela resultara la mejor de cuantas escribió. Vía Revolucionaria alberga ya los temas fundamentales que conforman el universo del escritor: el auto-engaño, el espejismo acerca de las propias capacidades y de la percepción de uno mismo, la dificultad de satisfacer las propias expectativas, la pérdida inadvertida de la lucidez, la incomunicación, el acecho de la demencia, de la mediocridad y el dilema ante su toma de conciencia, el desvanecimiento de la ilusión; todos ellos proyectados de modo implacable sobre la familia Wheeler en una certera y escalofriante representación de la fragilidad y vulnerabilidad humanas que Yates se vería incapaz de superar. Vía Revolucionaria adquiriría muy pronto el estatus de obra de culto que ya no le abandonaría, objeto de devoción para un significativo núcleo de lectores que sostendría sus periódicas reediciones, una vez su primera edición en Estados Unidos, pese a una acogida bastante favorable por parte de la crítica, no alcanzó los diez mil ejemplares.
La experiencia de Vía Revolucionaria en Hollywood no dista mucho de la del propio Yates, siempre a expensas de lo que pueda deparar el futuro. Entre fugaces brotes de entusiasmo la novela fue languideciendo, aunque fuera alojada en despachos tocados por el talento y la fortuna como el de Albert Ruddy, productor de "El Padrino". El propio John Frankenheimer, considerado en su día uno de los directores más solventes de Hollywood, fracasó a la hora de conseguir la financiación para trasladar la novela al cine. Yates, por su parte, fantaseaba con la posibilidad de embarcar a alguna estrella en el proyecto y que ello facilitara las cosas, por ejemplo Jack Lemmon a quien consideraba el actor más adecuado para el papel de Frank Wheeler -que finalmente encarnará DiCaprio- y a quien estuvo a punto de abordar al coincidir con él en una cafetería. Los derechos de la novela estuvieron también en poder del actor Patrick O´Neal quien tampoco obtuvo la ansiada financiación para un proyecto que debía erizar el vello a los magnates de la industria de Hollywood al estar fundado en una novela que es cualquier cosa menos alegre y optimista y que para colmo acaba rematadamente mal.
Semejante bagaje lleva a preguntarse qué es lo que harán con la novela Mendes, Winslet y DiCaprio. Si bien el director inglés demostró buen pulso al trasladar a la pantalla las miserias y frustraciones de una familia acomodada en American Beauty, también es cierto que Vía Revolucionaria no ofrece resquicios -no, desde luego, en cuanto concierne a su pareja protagonista- a la ironía, a la compasión hilarante, a ese cinismo moldeable que desemboca en una carcajada apenas reprimida por pudor. Resulta difícil arrancar brotes de humor a la obra de Yates, una tragedia intrínsicamente humana y por ello despiadada, a no ser que se subvierta por completo su significado, ofreciendo el consuelo de que resulta genuina, sincera y, sobre todo, sentida. Para averiguarlo habrá que esperar. De lo que no hay duda es que Yates se sentiría muy satisfecho de saber que, a estas alturas, los derechos y expectativas sobre su obra pujan al alza.