Hasta hace pocos días los grandes almacenes londinenses Harrods, conocidos por las bolsas verdes que las wannabe pijas usan hasta que se caen a trozos para que todos pensemos que se han comprado algo carísimo allí -aunque probablemente fuera una cajita de té del más barato-, han albergado una curiosa exposición: "Born to Rock".
Digo curiosa, por que no soy la primera o la única a la que le hubiera encantado curiosear entre las legendarias guitarras eléctricas manoseadas por héroes de la talla de Keith Richards o Jimi Hendrix.
El instrumento del siglo XX por excelencia ha sido homenajeado por todo lo alto y, de momento, tras pasar por París, Dublín y Londres, por aquí nos lo perderemos.
Más de 100 guitarras eléctricas con nombre y apellidos, a cuyos dueños les daba pesar "abandonarlas" en sus vitrinas, a juzgar por la foto que hemos visto del Rolling Ronnie Wood, casi besando el cristal, y 50 guitarras customizadas por personajes variados de la cultura -aunque me cueste incluir en esa denominación de origen a petardas como Jennifer Lopez, que ha manchado una maravillosa guitarrita con garabatos de niña de colegio-, la parte llamada "Rock Couture", forman la hasta ahora nunca vista exposición.
Pero, a ver: ¿qué tiene esa pera achatada con 6 cuerdas y un cable para convertirse en un mito, y hacer de cualquier "mindundi" que se la ate al cuello un dios del sexo, drogas y rock'n'roll?
La guitarra es el ying y el yang. El cuerpo es curvilíneo, semejante a un torso femenino de contundentes formas. El mástil es largo, recto y, sin lugar a dudas, fálico. Se cuelga colocándola justo sobre el bajo vientre, en el epicentro de la sexualidad humana -con permiso del cerebro-, y tanto el rasgueo como el toque de los acordes son formas muy reconocibles de caricias erógenas. Quien toca la guitarra eléctrica, hombre o mujer, está practicando sexo: con el instrumento, consigo mismo/a, con el público.
La guitarra eléctrica es sexy. Punto.
Bueno, el primer listo al que se le ocurrió pegarle un cable eléctrico a una guitarra hawaiana, allá por 1931, lo único que consiguió fue un cacharro extraño y decididamente nada sexy al que bautizó como "la sartén" -que se pudo ver en la exposición, por primera vez fuera de los Estados Unidos-, y un imperio guitarrístico: fue el señor Rickenbacker. Después se hicieron cientos de versiones mejoradas, hasta que otro listo, en 1950, le dio la forma compacta, sólida, tal como la conocemos: el señor Fender. Huelga decir que entre ambos se comieron el mercado a bocados y crearon legendarios instrumentos que hasta los menos interesados en el tema han oído nombrar alguna vez. (La Fender Stratocaster, pues, no es una cantante de ópera, no.)
A partir de ahí la historia de la guitarra eléctrica es la historia del rock, la historia contemporánea, junto con las guerras mundiales, la televisión y los magnicidios. Elvis hizo su aparición y nada fue ya nunca igual. El rock se convirtió en sexo puro. El rock ES sexo puro.
Jimi mordiendo las cuerdas, desgarrándolas, sacándoles jugo, convirtiendo el sonido amplificado en un grito orgásmico ante la mirada perdida de las jovencitas en primera fila, deseando ser esa guitarra. Bowie-Ziggy Stardust en el escenario deleitando a miles de adoradores, arrodillado ante la guitarra de Mick Ronson, agarrándole del trasero y moviéndole al vaivén propio de la felación. Pete Townshend, de The Who, haciendo añicos su querida "hacha", en un acto de destrucción de lo amado -antes muerta que de otro- y de demostración del poder de la estrella de rock.
Muchos otros actos del poder sexual y factual de la guitarra en el escenario han quedado quizá más en el olvido, por ser sus protagonistas menos famosos, pero sabemos de uno que la usaba como arma de fuego hacia el público -RATATATATAAAAAA, me los cargo a todos- y de otro que se desgarraba los dedos con las cuerdas hasta sangrar para seguir tocando, derramando gotas de roja savia sobre la guitarra y quien osara acercarse -¡mirad!, me dejo la piel por vosotros-.
Las chicas no se quieren quedar atrás. Muchas "cantantes" de pacotilla han intentado apropiarse de la simbología de la guitarra eléctrica esperando así ganar una credibilidad inexistente -el último y patético caso es el de Paulina Rubio-, aunque a las que de verdad la saben tocar se les nota. Hay una manera especial de agarrar una guitarra eléctrica. Ni Madonna se atrevió con ella en un concierto hasta 2001, cuando ya no tenía nada que demostrar. El culo de Shakira es imposiblemente sexy, pero su imagen más potente fue en el videoclip "Don't bother", en el que aparece en una cacharrería de automóviles, en lencería rosa, botas masculinas y manipulando a la perfección su Fender cubierta de cristales Swarovski rosas. Esa es mi chica, y no la que me están intentando vender.
Por favor... ¿a quién tengo que llamar para que traigan la exposición a mi ciudad?