Tuve noticia de un poeta poco conocido, llamado Jesús Aller, en los primeros noventa, cuando mi fiebre lectora me llevaba a rebuscar por los estantes menos visitados de las bibliotecas. En los de una de ellas, y siento haber olvidado cuál fue, dormía el sueño de los justos un desvencijado cuaderno firmado por él bajo un título bien poco prometedor: pájaro sobre el mar. Lo leí. Yo leía todo en aquella época. En los primeros fragmentos, largos y de palabra desbordada, el autor describía la ciudad como un paisaje de desolación y miseria. Perdido en el laberinto de las calles, clamaba y maldecía como un profeta hebreo que hubiese asimilado las liturgias de un salón dadá. Había imágenes brillantes que animaban a seguir, y así llegué a algunos poemas que me conmovieron. En "conmociona la calle una fiebre atildada", una larga letanía mimetiza y conjura el estruendo vacío de una calle de moda. En fragmentos como "mar", la inquietud se resuelve por fin en una visión mística que consigue dar unidad y sentido al poemario. Un libro prometedor de un poeta desconocido. Me preguntaba qué habría sido de él en aquellos años.
Conocí personalmente a Jesús Aller en aquel laboratorio de literatura que era y sigue siendo la tertulia Oliver de Oviedo. El profeta dadaísta resultó ser un profesor de la Facultad de Ciencias con aficiones literarias y una juvenil y desbordante humanidad. En seguida nos hicimos amigos, y supe que a su primer cuaderno habían seguido otros dos. En Non serviam (1987) y Teoría del centro (1990) pude ver cómo la voz del poeta se templaba y la estridencia daba paso a la reflexión y la búsqueda existencial. En el centro de estos poemarios parecía haber un cuestionamiento de la racionalidad positivista occidental, que señalaba a Oriente y denunciaba a un profesor de ciencias algo herético. Así descubrí, un poco sorprendido, que el profeta hebreo había devenido de algún extraño modo en místico budista. No encajaban muy bien aquellas elucubraciones en las tertulias de la poesía de la experiencia.
Estos tres cuadernos, que ahora se reeditan en la red, suponen una propuesta ética y estética a sumar a las voces que en aquellos ya casi lejanos 80 buscaban caminos fuera de los moldes imperantes, una propuesta ambiciosa y lúcida que merece ser leída y meditada con sosiego.
En los 90 Jesús Aller viajó intensamente por Asia, y esto era inevitable que tuviera consecuencias literarias. En Asia, alma y laberinto, una prosa colorista y cálida entrelaza las viejas preocupaciones filosóficas con descripciones de los lugares de Asia visitados. Es un libro grato y profundo que cautiva al lector. Contiene además preciosas fotografías en blanco y negro que ahondan en el espíritu del texto y hacen que el conjunto acabe pareciéndonos la crónica tardía de un viajero de la Ilustración, como bien señaló Fernando Rodríguez Lafuente en su reseña de ABC.
Recuerda, último libro de Jesús Aller hasta la fecha, supone un regreso al poema, en verso y en prosa, y una nueva y madura incursión en las viejas obsesiones. Asistimos en él a un recorrido por la historia del Universo desde sus mismos orígenes hasta los acontecimientos que nos preocupan hoy. Literariamente, el libro supone un tratamiento poético de materiales tan heterogéneos y difíciles como las ideas cosmológicas o geológicas más recientes, la psicología budista o el discurso radical altermundista. Es un difícil reto, pero al final todas las voces y todos los discursos, y la conjunción aquí también de bellas fotografías, acaban construyendo un libro que destila una extraña y sugestiva unidad.
Frecuenten a este autor. Comprobarán que sus escritos nacen solo de una poderosa necesidad, más allá de la profesión o el entretenimiento. Y prepárense para afrontar, en verso y en prosa, altas dosis de intensidad, ese bien tan escaso hoy día en nuestras letras. No es esto algo que pueda despreciarse.
Mostramos aquí dos poemas de Recuerda (Llibros del Pexe, 2004)
CEMENTERIO MUSULMÁN DE BARCIA
De aquella piel de toro ensangrentada,
hay un triste recuerdo en la llanura
que mira al mar en Barcia.
Son unas tapias blancas escondidas entre árboles,
un cementerio anónimo sin lápidas ni tumbas,
sin ninguna inscripción evocando el milagro
de un hombre que alentó sobre la tierra,
sólo una agreste selva; acacias y helechos
protegen lo que el tiempo dejó de muchos jóvenes,
indomables gacelas del monte tingitano.
Vinieron engañados, mataron y murieron,
salvaron con su lucha
los privilegios de los poderosos,
los latifundios de los duques, las mentiras de los obispos.
Descansen en paz en esta tierra que no era suya.
Que el Cantábrico bravo tenga para ellos un canto fúnebre,
y cuando el sol tiñe de rojo su yerma inmensidad,
que la brisa acaricie como una madre la humilde hierba que les cubre.
CAMINO
Si la vida es un viaje, no lo dudes,
mejor cuanto más lejos.
Pero al final resulta lo más hondo
el latir de un recuerdo.
Cansados del camino, descubrimos
que todo ha sido un juego,
que tras el horizonte sólo hallamos
lo que llevamos dentro.
Si todo es un regreso,
¿por qué tenemos miedo?
Luis García, director de contenidos de Literaturas.com