Ricardo Menéndez Salmón
La ofensa
Seix Barral - 2007
Relatar el horror
La literatura es caprichosa con los autores, también con los lectores, como no. Y suele serlo en forma de mediático éxito, cuando un escritor llamémosle local, como es el caso de Ricardo Menéndez Salmón, da el salto al mercado nacional de la mano de una Editorial de las llamadas grandes y además de prestigio. La ofensa lejos de ser un desafío es un lujo para cualquier Editorial. Su autor, un hombre corriente aunque no desconocido para quienes estamos en este mundillo, no en vano hablamos de quien se alzara hace años con el Premio Juan Rulfo de Relatos, se ha decidido a jugar en primera división, según sus palabras, y consciente de la importancia de ello, lo hace con una novelle o novela corta de las que gustan a los lectores primero por su configuración, por la disposición de los capítulos. Pero hay más. Estamos ante una obra singular que atrapa al lector con fuerza y recuerda las pequeñas obras maestras de Stephan Zweiz, Kafka o Joseph Roth. Los avatares del soldado Kurt, joven alemán cuyo destino escrito debería haber sido continuar la tradición familiar en la sastrería de su padre y a quien un compatriota de apellido Hitler le habrá de cambiar la vida, son meras anécdotas. Lo resaltable en La ofensa, aparte de la estética que se nos presenta capitulo tras capitulo, aparte del valor simbólico de lo que se nos quiere relatar, de esa metáfora del horror que permanentemente planea por sus paginas, aparte de las sentencias que una tras otra se encadenan como en un juego de dominó transformando el cuerpo y el alma del soldado Kurt y de quienes le rodean, aparte del sinfín de preguntas que él mismo se hace o le hacen, algunas con respuesta, las más sin respuesta, es de nuevo comprobar cómo se cumple la máxima que muchos mantenemos de que toda buena historia, y ésta lo es, debe estar condensada en sus primeras líneas. Y bajo esa premisa, la primera página de la novela es verdaderamente magistral.
Pero habría que hablar aquí del verdadero punto de inflexión de la novela. Tras presentarse y presentarnos al protagonista, héroe o villano, que mas da, tras relatarnos con detalle varias hazañas bélicas alemanas, este punto de inflexión se produce en el capitulo XI cuando el soldado Kurt asiste primero con horror, después nos tememos que con indolencia no deseada, a la quema de la iglesia del pueblo donde están "alojados", Mieux, una iglesia repleta de hombres, mujeres y niños, todos sospechosos, todos enemigos. En ese momento, el carácter, la vida, el alma del soldado Kurt sufrirán una mutación irreversible.
Resulta inevitable para todos aquellos que la vimos, rememorar la película "Johnny cogió su fusil", cuando la enfermera Ermelinde entra por la puerta a cuidar de un cuerpo y un alma enfermos. Es inevitable pero a la vez, es fascinante y hasta aclaratorio. Por fin los lectores tenemos un punto de referencia e identificación en la novela. Por fin desde nuestro mas profundo ser podemos entender al soldado Kurt. Y al igual que la enfermera protagonista de la película citada, observar con relativa compasión el proceso de enamoramiento de Ermelinde por el soldado Kurtz.
Porque una de las ventajas de no existir para el mundo es que un hombre puede reinventarse (pag 91) es por lo que el sargento Kutz iniciará una nueva vida, con un nuevo nombre, como no, con su amada.
Pero como en una mal sueño, la tercera parte aunque confusa y de obligada relectura es definitoria para entender la novela, la historia del soldado Kurt, cerrando con ella un círculo iniciado en la primera página cuando fue llamado a filas y a abandonar su profesión de sastre. Así, el frágil equilibrio se romperá con su repentino fallecimiento.
En definitiva estamos ante una pequeña obra maestra, llena de simbolismos y hasta cierto punto mágica, llamada a convertirse mediante el boca a boca en un éxito editorial.