Oigo en la radio hablar sobre el papel del hombre en la aceleración del cambio climático. Más tarde, leo el periódico y me informo de que la picadura de un insecto concreto es venenosa, mortal para el hombre. Y, una vez más, entiendo que estas noticias no me afectan, porque pienso: "bien, la mujer nada tiene que ver con el cambio climático y, además, tampoco se muere porque le pique un insecto mal intencionado".
La acostumbrada utilización del colectivo genérico "Hombre", para designar a nuestra especie, es utilizado asiduamente por profesionales de todos los campos y áreas: escritores, periodistas, biólogos, economistas, antropólogos, artistas... Todos nombran al ser humano como hombre.
Dudo que en este tiempo sea adecuada la utilización del sustantivo "Hombre" para referirse a cualquier acontecimiento pasado, presente o futuro de la realidad humana, porque ¿es correcto seguir diciendo "el aparato respiratorio del hombre está compuesto por..."? ¿Debemos aceptar aún que nos expliquen que "un esqueleto (la llamada pequeña Selam) de hace 3,3 millones de años aclara como eran los antepasados del hombre" o que un intelectual nos diga que "el hombre-internet es un hombre gutenbergiano"?
Este modo de nombrar excluye sistemáticamente a las mujeres, porque ya no es posible sentirnos identificadas con ese término.
Imaginemos que, por pura tradición de un poder femenino, la palabra "Mujer" hubiera sido la elegida para designar al conjunto de hombres y mujeres: ¿cuántos hombres hoy se hubieran sentido representados por el término mujer, aunque hubiera sido el modo acostumbrado de nombrar a la humanidad?
Además, la perspectiva de "ser humano" -al englobarnos como especie, como colectivo- comporta una nueva forma no sólo de nombrarnos, sino de pensarnos.
Un diferente modo de concebirnos que implica un estilo más consciente -aunque más desolado- de habitar este mundo, y que nos aleja de lo individual, de lo específico, y nos conduce a reconocernos como grupo único, pese a la existencia de diferencias.
En definitiva, considero que hay más que motivos suficientes para que la palabra hombre transforme su significado genérico en concreto y que, progresivamente, modifiquemos otros aspectos del lenguaje (de ese instrumento tan implicado en el pensamiento como los instrumentos musicales lo están en las melodías).
Si, cuando tratemos asuntos que a todos nos competen, seguimos refiriéndonos al hombre en vez de al ser humano; si -a través del lenguaje- se insiste en conceptuar a nuestro género y a sus obras como algo que se construye exclusivamente por el hombre, estaremos manteniendo estereotipos ya caducos y que entorpecerán de alguna forma el futuro camino de lo humano.