Entre octubre y noviembre de 1888, es decir, poco antes de que se sumiera en un trastorno mental ( o en una lucidez extrema, según Michel Foucuault) hasta su muerte en 1900, Friedrich Nietzsche escribió un libro altisonante -como casi todos los suyos- titulado "Ecce Homo". Repasaba el pensador alemán en estas páginas su vida y su obra ( "Ecce Homo" :" He aquí al Hombre"), y afirmaba que la filosofía debía de una vez por todas apartarse de problemas tales como la existencia de Dios o el sentido de la vida y comenzar a interesarse por los verdaderos problemas de los cuales dependía "la salvación de la humanidad". Entre estos problemas destacaba la cuestión de la alimentación, el asunto de la ubicación y condiciones de la vivienda, la relación entre el trabajo y "el recreo" o la política de las relaciones con los demás. Daba así mismo sus opiniones al respecto, reivindicando el té frente al café o abjurando del alcohol, haciendo una lista de los lugares "sanos" en los que había vivido, relatando sus gustos literarios y musicales o evaluando las relaciones personales que había mantenido. Más de cien años después, no parece que la propuesta nietzscheana haya tenido mucho éxito. Pues si bien es cierto que la preocupación por la dieta o por el medio ambiente ha llegado a formar parte de nuestras inquietudes, la filosofía y el pensamiento ( occidental) continúan mayormente nutriendo la problemática de Dios y del sentido de la vida , en versiones más civiles - aunque a veces no muy civilizadas- como las que se exhiben en los continuos ditirambos acerca de la identidad colectiva o el sentido de la historia de los pueblos. Es posible que, como el mismo Nietzsche afirmara, todavía no hayamos estado en condiciones de llegar a entender el calado de lo que proponía, pero también es pensable que asumir la importancia de los problemas que él apuntaba como fundamentales supondría privar a muchos de un consuelo siempre a mano ( de Dios o de la Historia) y a unos pocos de una de las maneras más sencillas de aherrojar a unos homúnculos que siempre tienen la posibilidad de convertirse en hombres -y mujeres: habría que comenzar a entender esto también de Nietzsche- demasiado libres.