Hace años, una buena amiga me decía que un gran porcentaje de modistos anulan el cuerpo de la mujer, o lo visten de modo que difuminan su mejor belleza, y se preguntaba ¿por qué no crean prendas que resalten los atractivos de un cuerpo de mujer bien hecho, y no necesariamente adelgazado?
Y últimamente estoy comprobando que existen más formas de despojar a la mujer de sus posesiones y cualidades:
Hace unos días, me detuve delante de un escaparate que presentaba las últimas tendencias de la moda, y me fijé en el calzado: sandalias con apenas sujeción e incómodas zapatillas extraplanas, se alineaban junto a zapatos que, por su tacón exageradamente alto, obligan a caminar con inseguridad y molestias. Y pensé ¿qué está ocurriendo para que, a estas alturas de la humanidad, se marquen modas que dañan los pies y arrebatan a las mujeres su andar ligero y flexible (ese modo de andar que permiten unas zapatillas cómodas, o un zapato de descanso de ésos que nunca han sido prohibidos a los hombres).?
Y hace un rato, ojeando una revista dedicada al "mundo de la mujer", he tropezado con decenas de anuncios de perfumes, joyas, cremas y lápices de labios, exhibidos por rostros femeninos tersos, tensos gracias a la meticulosa borradura de cualquier gesto, arruga, pliegue o comisura que pudiera significar vitalidad o experiencia. Rostros inexpresivos, plastificados, que me llevan a hacerme más preguntas: ¿de dónde procederá este gusto por las muñecas retocadas, meros productos de ingeniosos programas de fotografía? Y, de pronto, recuerdo los video-juegos y sus muñequitas, agresivas pero elásticas y delgadas, de pechos inmensos y piel de aislante polivinilo. Mujeres de plástico que nada tienen que ver con una mujer viva, que piensa y se emociona, y exige o cede en sus relaciones cotidianas.
Como conclusión, después tanta pregunta, diré que muchos modistos nos roban el cuerpo; que la moda del calzado esclaviza nuestros pies y nos priva de libertad, y que los creadores de imagen nos roban el aliento, el alma.
Y que este camino es una trampa y que estos artificios son otro modo de mantenernos en un lugar subordinado, sometidas. Y añadiré que las mujeres andamos muy desacertadas porque, aunque muchas descubramos la astucia del juego, la gran mayoría caemos en sus trampas.