La lectura del último libro de Kepa Murua , Del interés del arte por otras cosas- Ellago Ediciones, 2007- ha de realizarse con ciertas precauciones.
En efecto, el título de la obra, la disposición del sumario, la capitulación, ofrecen la posibilidad de entrar en ella desde el principio y continuarla hasta el final , tomándola por un ensayo. Si se lleva a cabo semejante lectura, el resultado es un anonadamiento singular del lector ante su léxico abstracto y la prolija trama argumental que se manifiesta. Véase un ejemplo de la página 79: "¿ Es arte lo que acontece en el interior como una metáfora de esas puertas que impiden ver los objetos dentro?" Se estaría así acaso ante la equívoca presencia de lo sublime, que más que complacer, aterroriza por la magnitud de lo que exhibe.
Pero no hay que dejarse engañar por las apariencias. Kepa Murua no es un ensayista sino un poeta. Y, si más allá de una primera impresión, se abre el libro por cualquier parte y se leen un par de capítulos reposadamente, es posible comprender que, en realidad, estamos ante una obra poética en la que la prosodia interior y las imágenes van tejiendo un tono cómplice y poderoso, aún a pesar de los ecos conceptuales que suscita.
Se consigue así desplazar el ensayo como forma de escritura desde sí mismo, desde su pseudo-concreción habitual ( haciéndonos eco de palabras de Karel Kosij) y abrirlo a la condición intempestiva de una prosa viva y envolvente que genera un efecto de extrañamiento frente a la tópica reiterada que circula sobre el arte y sus aledaños, un extrañamiento que sería precisamente el objetivo de toda obra de arte, según Víctor Schklovsky.
Pues sólo desde esta dimensión, desde la reivindicación de la palabra como fricción, como fricción suave o, en algunos casos, violentamente suave, es posible acceder a lo bello, a aquello que place sin concepto, y potencia nuestra sensibilidad, arrancándola de la costumbre y del pasivo embrutecimiento.
Algo que consigue con creces esta obra-límite de Kepa Murua.