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LA MATRIA
Un continente ardientemente volcado hacia el mar.
Nélida Piñon.
Este es un país de los más ricos en arboledas, creciente de aguas nocturnas, brotes de sombra, de siseos en ramas altas, cavidades, algún pájaro obtuso. Pero, sobre todo, esta es la región del sonido. Entera la tierra ruge por dentro, gime, gorgotea. Cruje el volcán mientras, no muy lejos, un bafle quema las últimas horas de la noche con sus chunda chunda chunda. Aquí la gente se ríe fuerte, los vasos se rompen con estrépito en los burdeles, por las tardes el mar estalla en rocas donde los morenos bailan, se puede escuchar perfectamente la digestión del caracol. El griterío de los niños por las tardes es idéntico al estruendo de los pájaros del amanecer. Mundo más sonoro no hay.
Maravilla de vapor, ardor entero del terreno indomable. En los desniveles, un calor que nace como de garganta moja todo y me arruga las manos. Casi llueve, casi humea. Aguasal y sangre.
Aprendo el calor de las cosas, vivo del aire.
Propenso a la modorra, afín al sueño, como un Pessoa. Así estoy. Toda esta maquinaria natural, desmedida, recogida, contradictoria, acorde, la alta tensión de la savia, no me solivianta. Esta furia me arrulla. Me acuna me acuña. Soy de un país sin fronteras, con contornos, con escamas y alvéolos tan húmedos, rotundo. Hecho a voltios. Costero, fibroso, enérgico. Este es el mundo donde yo me afloro y me espero y me amodorro y me dejo caer.
Esto es una forma de conocimiento.
Madre verde, tremendo mundo, territorio a húmedas, limbo, nación nonata. Como un Brasil. Madre Matria.
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RARA AVIS
La Faisana Fucsia es una especie única de encinta galliforme. Es anfibia, como las ganas de verte, robusta y llena por dentro de plumas nórdicas. Por lo general se alimenta de papel de calca, galletas de limón, facturas atrasadas, cacharras antiguas. Complementa su dieta con puntas tronchadas de lápiz. Nidifica en príncipes rojos y en cuerpos celestes.
Esta rara avis se caracteriza por tener la cola larga, terminada en teclas. El penacho de arriba es de un color brillante y azulado. En ocasiones presenta dos círculos rojos alrededor de los ojos, generalmente tras esas noches especiales.
La Faisana Fucsia, si es crestada, habita en pisos bajos o entre macetas, en cafeterías con toldillo. En las grandes ciudades es común verla putear en trompeteos asombrosamente graves, particularmente cuando se le acaba el bonobús. Pasa la noche posada en un rododendro.
Nunca es tarde si la reproducción es buena, toda época es perfecta para el celo y el apareo. Le encantan las hechuras de la preñez, las croquetas, las curvas imperfectas. Tuvo años, la Faisana Fucsia en los que podría haberse amado con cualquiera. Ahora no. Después de aquel pavo sólo sueña con tener polluelos de pocas plumas parduzcas, gitanillos comiquísimos a los que traerle en el pico coplas traídas de templetes. Una cosa tiene clara: no se reproduce en cautivero, así no la molesten o la alimenten con regularidad. Que no, que así no. Es imposible domesticarla, ya lo intentó con versos el rey Almutamid. Ni caso.
Desde tiempos antiguos destacó entre las pavas admiradas por el hombre a causa de sus andares, galácticos y gallonados. De ahí que fuera incorporada a la cultura popular y a la religión de diferentes períodos históricos, sobre todo en las regiones ocultas de la conversación, humedales éstos que constituyen por cierto su hábitat original.
En ciertas creencias, la Faisana Fucsia es una diosa o una empuñadura de paraguas. Numerosas tradiciones la relacionan así mismo con deidades locales, representando por ejemplo al poder, inmenso, del balbuceo. Muchas de las danzas folclóricas de las bodas y otros ritos nupciales, incluyendo la de Los Pajaritos, muestran pasos inspirados en los andares de esta hembra siempre encinta.
Una leyenda popular sostiene que cuando esta ave incuba durante ocho meses, es señal inminente de jacarandas de aquí a un mes, botellonas, congas y verbenas en el Barrio Alto de Lisboa.
La Faisana Fucsia es el ave nacional de Macondo.
Vuela.
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GENIALOGÍA
La Abuela, una mañana,
Se fue con un gitano cantante de Rock.
Por eso no te parió a ti. Y nació el Canijo.
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PISTILOS ELECTRODOS NAUTAS MUNDO
Me supongo tendente a aflorar, otra razón no hay. Vienes del pistilo y el electrodo, del revolcón profundo, del polvo incivil. Igual me tendría que poner casi cursi en esta línea, pero es que no puedo. Podría aludir a las flores, apuntarte incluso matices de los sépalos y primordios, contarte así de dónde vienes. Pero una rosa es un coño matemático, de lógica desvaída, fecundación por brisilla, perfume infame.
Esto es otra cosa.
Tú eres fruto del nitrito, de la savia más bruta, de mis actos nones, del vatio y de los jugos, de juegos, del grito tribal. De varias manos. De los cordones y las salivas, del invento, del colmo, de esta guerra santa. En tu génesis está el visillo de la siesta, los tarros abiertos, el sol sobre mi espalda y el yo contra una piedra, cualquier sitio, la risa, el suelo sucio de su estancia. Vienes de la no-razón, de la no-moral, de la no-medida. Estás hecho de magia, de carnes, de pura conciencia.
Y está bien hablarte aquí, entre tanto pelo, de amor, de la paz, de libertad, de todas esas palabras redondas que nos expoliaron los decentes. Porque a ver si no qué es este placer descabellado de que me muerdan bocas sabias, esa furia fuera de repente, tan sencilla, sus sonrisas, mi cuerpo alzado, dado, a un ritmo eletrodoméstico, el calor del piso, la tarde fuera. El puñado, las mil posturas, la ausencia de poses. Tú eres producto de la fuerza centrípeta, del chillido intensivo, de la arritmia frenética, de la tamborada y la calor, de esta fiesta, de sábanas que imantan, que engullen, que desuellan. Eres todo bárbaro isótopo/ molécula fiera/ cambio/ química orgánica. Energía junta.
Eres mi locura.
Por eso. Por eso no entiendo cómo podrán luego, dentro de nada, regalarte mañanitas, carros decimonónicos, baberolas, tacatacas, peluches, patucos rosas, mantas a vainica doble, miradas desmayadas.
Que tu nana, mi niño, sea el ruido que hace el mundo.