LUKE nº 82

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Opinión

Un minuto de silencio

Angela Mallén

Ni una sola canción se escuche: ni milonga, ni tonada, ni copla, ni balada, ni aria, ni Lied, ni romanza, ni salsa, ni ópera, ni heavy, ni clásica, ni jazz, ni bakalao, ni folclórica, ni coral, ni cañera, ni melódica, ni zarzuela, ni de cuna, ni de amor, ni de relajación, ni de Broadway, ni de cabaret, ni de Eurovisión; ni en francés, ni en euskera, ni en castizo, ni en finlandés.

Enmudezca la vecina, el vecino, el niño, la niñera.

No suene el móvil, ni el timbre, ni el noticiario, ni la señal horaria, ni el ronroneo de los coches ante el semáforo de una avenida.

No haya rumor, ni susurro, ni aullido, ni quejido, ni alarido, ni aliento, ni zumbido, ni murmullo secreto, ni voz de alarma, ni canto de sirena, ni beso, ni crujido, ni chisporroteo, ni tamborilleo, ni goteo, ni portazo, ni latigazo, ni carraspeo.

Nada estalle, ni vibre, ni chirríe.

Nadie chiste, ni ronque, ni ruja, ni ría, ni silbe, ni sople, ni respire.

No doblen las campanas.

Necesitamos un minuto de silencio para que el falso sordo escuche, estrepitosamente, su innoble impacto.