El público, afortunadamente y gracias a Dios, no puede ni remotamente imaginarse lo sumamente complejo que puede llegar a ser hacer un guión. Ni hablamos de hacer toda la película... obsérvese que he utilizado el verbo "hacer" y no el "escribir". En el cine de verdad y en el trabajo de un guionista profesional cuando se empieza a escribir significa que el 90% del trabajo ya está hecho. Construir un guión implica levantar los Jardines de Babilonia en encaje de bolillos. Lo interesante de la cuestión, lo que verdaderamente nos fascina a los guionistas no es sólo la famosa cuestión de la "subtrama", véase. el mensaje, eso que después de levantado el disfraz de la comedia en su sentido más teatral, eso que nos están diciendo. Lo que de verdad crea adicción en las venas de todo guionista que se precie son las estructuras que construyen el propio hecho narrativo. Ahora más que nunca. Hubo un tiempo en el que para tener un recuerdo (uno), del día de tu boda había que irse el día antes o después, o hacer esperar a todos los invitados, mientras los novios se iban al estudio del fotógrafo que ya tenía la silla preparada para "la" foto de rigor. Después, la cosa se volvió un poco más portátil y era el fotógrafo el que se trasladaba hasta el lugar del fastuoso evento. Hoy en día, el fotógrafo se encuentra con una nube de improvisados coleccionistas que con cámaras de todo tipo, clase y tamaño reunirán una cantidad ingente de imágenes para el recuerdo que, como mucho, serán contempladas una o dos veces. Buena parte de la magia del cine se deriva de su exclusividad, de su dificultad. Por eso nos gusta tanto apuntarnos a las sesiones de making off¸ en las que un amabilísimo Peter Jackson nos mostrará todos los secretos del otro lado de "El señor de los anillos". Vale, la historia es mentira, pero se trata de una mentira cuyo montaje nos resulta tan alucinante o más que la propia mentira. "Mirad y asombraos con el tamaño de nuestras maquetas, con la construcción de nuestros decorados, con la perfección de nuestro vestuario...con nuestros efectos especiales" y, desde luego, que hay como para quedarse con la boca abierta. Llegará un día en el que trabajar con actores virtuales o reales será una cuestión de gustos o de presupuesto. Pero, con una velocidad tan rápida que apenas nos da tiempo a percatarnos de que está sucediendo, las posibilidades técnicas de contar una historia plasmada a través de medios audiovisuales son ya tantas y avanzan tanto día a día que el modo en el que contamos y, por lo tanto, lo que contamos está cambiando de forma vertiginosa sin que nos demos cuenta de ello. Esa y no otra es la verdadera dificultad, el gran reto al que se guionistas y directores tenemos que enfrentarnos. Durante aquellos gloriosos 40 y 50 del pasado S.XX existía una forma bastante normativizada de hacer cine. Había líneas que seguir y eso facilitaba con mucho la cuestión. Pero el público de hoy en día lo ha visto todo, lo ha oído todo, y ha leído algunas cosas. El público de hoy vive en un mundo, (este, el de occidente, ese al que, no sin falta de humor llamamos "primer mundo"), en el que en un solo día podemos llegar a ver y oír más de cien veces el mismo número de historias que Marco Polo llegó a conocer en toda su vida. A lo largo de la historia del cine, del teatro y de la literatura ha habido muchos "locos" que osadamente han decidido romper las reglas. Shakespeare, sin ir más lejos. ¿Cómo se le pudo ocurrir saltarse las sacro santas leyes establecidas por Aristóteles, el grande, en las que era condición sine quanum mantener fijas las tres unidades de tiempo, espacio y acción? ¿Cómo pudo osar sacar a los personajes de sus casas, hacerlos andar por las calles, viajar, hacer que pasase el tiempo sin salir de la misma obra? Esto, que hoy en día nos parece de una obviedad aplastante, en su tiempo supuso una crisis digna de haber sido vivida. Los que no estamos "metidos en la onda" no le damos importancia porque "no estamos metidos" y los que lo están tampoco se la dan porque están. Y, a no ser que motivos como las obligaciones de tu profesión te hagan pensar en ello, a nadie se le ocurre pensar en este tipo de cosas. Pero, el mundo está cambiando, cambiando al punto de que ya existen festivales de cine para ipod y telefonía móvil. Y no minucias precisamente. El "Global Short Film Project", es un festival de cine destinado a promover la realización de cortos independientes para ver a través de teléfonos móviles. Su director es nada más y nada menos que el seños Robert Redford y no es el único de entre las vacas sagradas que tiene clara esa visión de futuro. Hacer cien es, ante todo, contar una historia. Una historia que puede contarse en un proyecto de seis años con un coste de no sé cuántos millones de dólares o euros, que las neuronas de una servidora no son capaces de asimilar como algo concreto y real. (Admitámoslo, determinada cifras no pasan de ser una entelequia)Pero, a fecha de hoy, hacer cien también sacarse el móvil del bolsillo y contar una brevísima historia en tiempo real que luego podremos colgar en la red con acceso gratuito a millones de posibles espectadores. Cuando Jean Luc Godard se dedicó a reinventar el cine no hizo más que saltarse las normas establecidas y a más de uno le salieron llagas en los ojos intentando entender. La diferencia es que ahora ya no nos rasgamos las vestiduras, todo nos parece banal e intranscendente, todo fruto de situación de mercado que busca nuevos horizontes, o de quince añeros que imaginamos enganchados al microchip del color que sea. Pero no es cierto, y si no abrimos un poco los ojos y no nos permitimos ser más receptivos se nos van a escapar todos esos trenes que traen vientos de cambio y que desde ya hace un rato están construyendo un futuro que viene cargado de posibilidades y con mucha prisa. Más allá de que Robert Redford, Clint Eastwood, Kevin Spacey, o Steven Spielberg (por poner algunos ejemplos sueltos) nos gusten como actores o directores, lo que resulta innegable es que de cine algo saben. Y son estos señores los que más abiertos se muestran y los que fomentan e intervienen en esas cosas que a los de a pie nos parecen banales o de críos. Pero se nos olvida otro detalle, eso "críos", esos que se pasan el día con un auricular en la oreja y un mando a distancia de su consola de videojuegos sujeto al llavero y que hablan entre ellos usando tantas siglas informáticas que parece criptografía en estado puro, esos, no vayamos a confundirnos, esos y sus maquinitas son el futuro. El mundo está cambiando porque las comunicaciones están cambiando porque el mundo está cambiando. "Welcome to the real world", como dijo Morfeo.