LUKE nº 82

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Opinión

Mirando hacia otra parte

Mesianismos y movilizaciones

Vicente Huici

"La gente estaba bien, pero una vez leída la propaganda, le parecía que estaba mal" dice Josep Pla en su dietario Notas Dispersas, refiriéndose a la campaña de Mussolini, poco antes de la marcha sobre Roma que le otorgaría el poder. He aquí una magnífica muestra de mesianismo en una vertiente civil que no puede apenas ocultar su profunda raigambre judeo-cristiana. Pues todos los mesianismos, implícitos o explícitos, parten de este principio de desvelamiento de una supuesta penosa situación para, a continuación, sumirse en el acaramelamiento más o menos violento en torno a un líder salvador - el supuesto mesías- que con su autoridad carismática - Max Weber dixit - dirige a las sensibilizados, a veces naciones enteras, hacia el genocidio o la guerra civil.

Las pautas últimas de comportamiento de estos movimientos mesiánicos pueden encontrarse sistematizadas en el libro bíblico del Éxodo, pero se hallan convenientemente socializadas en muchas partes del mundo por medio de la enseñanza de las religiones semitas en cualquiera de sus variantes. Curiosamente, desde que, en Europa, la política ocupó el lugar de la religión como criterio de dilucidación ideológica - o sea, más o menos desde el siglo XVIII- tanto la extrema izquierda como la ultraderecha han utilizado el mecanismo mesiánico para intentar tomar el poder y, al parecer, lo continúan haciendo, configurando muchas variantes, algunas de ellas etno-nacionalistas.

Bien es cierto que el sociólogo Karl Mannheim, en su obra Ideología y Utopía, otorgó el carácter de utópicas a aquellas formas de pensamiento que denunciando situaciones sociales opresivas, incitaba a la movilización social, pero cualquier movilización, por mucho que pretenda cambiar las cosas a mejor, no consigue necesariamente su objetivo: el mismo Mannheim hubo de exilarse a raíz del triunfo del nacional-socialismo alemán. Pues el mesianismo, en cualquiera de sus variantes, es, sin duda, desde su origen y en su práctica, un irracionalismo. Un irracionalismo cruel y violento, y, por ello, desde una actitud ilustrada, es preciso practicar una sindéresis, una vigilancia atenta, casi obsesiva para evitar que alguien "nos conciencie" y comencemos a pensar que estamos peor de lo que sentimos estar, porque probablemente, en muy poco tiempo, podríamos, simplemente, dejar de estar.