En algún pasaje de Las cordilleras del alba, el poeta salmantino José Luis Puerto alude a la relación que en otro tiempo existió en el mundo rural entre las personas y los objetos: "De las cosas, su materia, su inmovilidad, su quietud, el don apacible de su compañía. Más duraderas que nosotros, venían de un mundo anterior a nuestro principio y, seguramente, se prolongarían más allá de nuestro acabamiento. Y el tiempo era un aprender a vivir con ellas, con su estar ahí, con su silencio, con su nombre". Quizá en eso radique el atractivo que ejerce ese mundo sobre nosotros, los que hoy encontramos imposible conectar de ningún modo con los objetos que nos rodean porque carecen absolutamente de durabilidad. Quizá por eso es aquí, en el campo de lo que paradójicamente se ha denominado cultura material, donde podemos esperar encontrar el pulso espiritual que esconden las cosas.
Por esta razón no es descabellado buscarle a las estormies una conexión con lo artístico. Más allá de lo puramente práctico e inmediatamente desechable, la obra de palmito nos remite a un mundo de ritmos diferentes, en los que el trabajo y el dinero se invertían sólo en aquello que podía durar y que, por lo tanto, al calor de la convivencia, llegaba a formar parte de nuestra memoria personal y de nuestra idiosincrasia como pueblo. El arte, bien entendido, tiene un componente identitario similar y unas aspiraciones de espiritualidad que nos permiten entender por qué lo artesanal, que no en vano comparte una etimología evidente, se emparienta antes con lo artístico que con lo industrial. Algo de regreso a los orígenes, algo de restitución al arte de su primitivo valor mágico-social, alienta en este proyecto.
A los responsables del mismo en el Ayuntamiento de Capedepera, cuando repararon en la necesidad de destacar esta realidad, no se les escaparon las múltiples ramificaciones que una iniciativa tal comporta. ESTORMIart permite a los habitantes del municipio disfrutar de una colección de objetos artísticos única en su género (y aquí no resulta gratuito el juego de palabras en que la obra del artista asombra, aturde, estormeia al espectador). Beneficia a los artesanos a quienes fueron encargadas las piezas que sirvieron de base para el trabajo de los artistas. Ofrece a éstos la ocasión de experimentar con materiales nuevos y con un objeto insólito en el repertorio del arte contemporáneo, así como de intercambiar puntos de vista y experiencias en el ámbito insular. Da a conocer las bellezas de la artesanía del levante mallorquín en un contexto de justa dignificación. Sitúa, finalmente, a los compradores de los objetos expuestos en una hermosa carrera en cuya etapa final Voluntaris de Mallorca gestionará la creación de una red de captación, almacenamiento y distribución de agua potable para más de trescientas personas en la aldea quiché de Patzalá (Guatemala). Tal vez no quepa mayor ni mejor rendimiento, si del espíritu estábamos hablando.
En virtud de los medios y dados los fines que se prometen, la nómina final de colaboradores ha resultado, lógicamente, impresionante. Entre ellos se encuentran varios artistas que han grabado ya su nombre con letras de molde en la historia del arte balear y nacional, pero también creadores locales que empiezan o cuya proyección, por un motivo u otro, no ha sido todavía la de aquellos. Todos han entregado su trabajo y su saber a este proyecto con lealtad y entusiasmo parecidos. Algunos han querido profundizar en el significado tradicional de la estormia: sea por sus características materiales o atendiendo a su función práctica, el artista se ha dejado imbuir por lo que le venía dado por los siglos y ha querido insertar su trabajo en esa tradición; o bien ha deseado trastocar ese significado y celebrar con él un juego conceptual. Otros han preferido prolongar su propia trayectoria personal o confirmar una vez más su estilo, y entonces ha sido la estormia la que se ha integrado en los esquemas de pensamiento del artista, perdiendo parte de lo que significa y ha significado desde el punto de vista de la artesanía para convertirse puramente en la base física de la obra: materia viva en manos del creador. En ambos casos, y en el fecundo tránsito de las manos del artesano a las del artista, y de las de éste a las de su destinatario, la estormia adquiere una naturaleza mixta, antigua y renovada al mismo tiempo, que atañe al sentimiento y al pensamiento por igual y que sirve -una vez más- para enriquecer la vida material y espiritual de quienes entran en contacto con ella: el fabricante, el artista, el comprador, los beneficiarios de todo este insólito, gratísimo invento. No es pequeño logro.