Aunque no soy un experto en el tema, me suena que la expresión "música surf" recibe, al menos, dos acepciones. Una de ellas tiende peligrosamente al edulcoramiento cuando sus canciones se resumen en estribillos "¡uh, ah, uh, ah!" y estructuras armónicas simplonas. Ya se sabe: las chicas, el sol, la playa, el verano. Después hay un segundo significado que apela a temas instrumentales, guitarras feroces, líneas de bajo infatigables, ritmos con los acentos cambiados y, a veces, altas velocidades de ejecución. Me refiero al surf instrumental y reverberante que viene de los tiempos del maestro Dick Dale a nuestros días.
Desde comienzos de los años noventa, Los Coronas entienden la expresión "música surf" en esta segunda acepción. En 2006 han publicado un largo CD ("Surfin' Tenochtitlan") para la disquera vasca Gaztelupeko Hotsak. Es un recopilatorio de dieciséis temas regrabados, con versiones como "The Wedge", del citado Dale, "Secret Agent Man", de Johnny Rivers o "Day Tripper", del cuarteto de Liverpool. También planea la sombra de aquellos pioneros de Hank Williams llamados The Shadows y de, supongo, gran cantidad de grupos que desconozco.
Me parece que lo más hermoso de estos estilos de música es cerrar los ojos y dejarse llevar por la fuerza de sus composiciones. Cuando lo haces, a cambios recibes una extrañísima sensación de épica donde se juntan jinetes polvorientos del oeste americano, olas de varios metros de altura, humedales del delta de Mississipí, carreteras infinitas y una sensación general de percepción alucinada.
No sé de qué mente perversa nació este tipo de música tan fronterizo, pero en un mismo tema logras pasar de la euforia a la depresión, de la luz a las tinieblas, de los sentimientos más puros a los más oscuros. Quizá esas guitarras a las que tanta devoción tiene Los Coronas tengan algo que ver en todo ello. También la trompeta de madrugada mexicana y estrellas borrachas.
Además, esta música lleva incorporada gran cantidad de imágenes cinematográficas. Escuchando a Los Coronas nos adentramos en las solitarias reflexiones del duelista en "High Sierra", pero trepidamos, como celebrando la victoria del asesino, en "The Wedge". Después somos atropellados por ese rithm and blues de motores que aceleran por una carretera perdida del desierto. El cuarteto de experimentados músicos demuestra cariño, pericia musical, saber hacer y respeto por estas músicas cuya inspiración quizá provenga de los sueños más deformados de un surfista lisérgico.