LUKE nº 81

a a a

Literatura

Los peces de la amargura

Inés Matute

Aramburu

No fue el título lo que me sedujo, ni el relativo éxito de un autor que dice concebir la literatura como un riesgo y que se siente muy próximo a las víctimas del terrorismo. Si me acerqué a "Los peces de la amargura" fue movida por la curiosidad, por ver cómo se trata, con distancia pero sin tapujos, la difícil situación del País Vasco. Como vasca que soy, reconozco en Euskadi la existencia de posturas polarizadas e irreconciliables: la del nacionalista ciego y la de quien se siente tan euskaldún como español; la de aquel que respalda terror y violencia y la de quien aborrece el terrorismo. Dado que no quería entregarse al relato urgente, ni que la actualidad política le obligase a escribir al dictado, Fernando Aramburu ha necesitado editar más de media docena de libros para abordar con seguridad y temple un dolor muy viejo. Con este planteamiento, el autor recoge en su libro fragmentos de vidas rotas o heridas por el fanatismo político, interesándose no tanto por la crónica de hechos concretos como por las consecuencias de los mismos, por las secuelas que el secuestro, la delación, la cárcel o el asesinato provocan en la larga lista de los damnificados. El muerto deja automáticamente de sufrir, pero el sufrimiento queda colgado del aire, contaminando las vidas de quienes sobreviven a situaciones que a menudo se nos presentan como "inevitables".

Manejando una prosa si no rica, sí precisa, variados son los enfoques y los modos de contar que le acreditan como orquestador absoluto del relato: el monólogo razonado, el diálogo sostenido, la narración en tercera persona, la concatenación de recuerdos a distintas voces, los estribillos deliberados... y todo ello empapado de tics lingüísticos muy nuestros. Me admira el modo en que Aramburu es capaz de penetrar en la mente de un asesino, pero también en la cabeza de la madre que le justifica o en la mirada de una víctima circunstancial que llega a rozar la patología del síndrome de Estocolmo. Mantener el equilibrio entre las dos posturas, equidistar de los extremos, es algo que Aramburu logra a través de la empatía, del profundo conocimiento del alma humana.

Variopintas y curiosas son las diez historias que se nos ofrecen: Desde el asesinato (anunciado) de un policía a la aceptación de la nueva realidad física de una víctima de atentado; desde la madre que visita a su hijo en la cárcel a la estancia de quien se recupera de sus heridas en un hospital, mientras su mujer se acicala para recibir, orgullosa y esperpéntica, la visita del lehendakari. La vida cotidiana en una aldea, con sus ofensivas marginaciones y secretos. El absurdo orgullo del kaleborrokista que fuera del rebaño no es nadie. El impacto social de un rumor infundado y los sentimientos encontrados de quien maneja los hilos desde la retaguardia. La sociedad que Aramburu perfila es una sociedad amedrentada que se refugia en el silencio y en una engañosa mirada caída. "Los peces de la amargura" nos ofrece pues una amplia panorámica de la realidad del País Vasco, la decepción de un autor que, aunque empatiza con sus personajes analizando lógicas opuestas a la suya, no es capaz de justificarlos. Resumiendo: Un libro imprescindible si os interesa la realidad profunda de Euskadi.