Tradicionalmente a las mujeres nos han educado en la creencia de que el hombro del hombre es el hombro más fuerte
Quienes lo creímos hemos crecido engañadas: tener ancha la espalda, para sujetarse y sujetar a otros, nada tiene que ver con el sexo biológico
En todo caso, lo femenino -como entidad primigenia del existir- es el elemento fundamental de lo resistente