LUKE nº 91

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"Nocilla Dream". Fragmentos seleccionados

Agustín Fernandez Mallo

nocilla dream

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En efecto, técnicamente su nombre es US50. Está en el Estado de Nevada, y es la carretera más solitaria de Norteamérica. Une las localidades de Carson City y Ely atravesando un desierto semimontañoso. Una carretera en la que, hay que insistir, no hay nada. Exactamente nada. 418 km con 2 burdeles en cada extremo. Conceptualmente hablando,en todo el trayecto sólo una cosa recuerda vagamente a la presencia humana: los cientos de pares de zapatos que cuelgan de las ramas del único álamo que allí crece, el único que encontró agua. Falconetti, un exboxeador que venía de San Francisco, se propuso hacerla a pie. Había llenado la mochila verde del ejército con mucha agua y un mantel para extenderlo en las cunetas a la hora de comer. Entró en una tienda de comestibles de Carson City, un supermercado con 5 estanterías, cortas, ridículas, Un muñón si esas 5 estan- terías fuesen 5 dedos, pensó. Compró pan, una gran cantidad de sobres de buey liofilizado y galletas de man- tequilla. Comenzó a caminar hasta dejar atrás el arrabal de la ciudad y entrever al fondo el recorte del altiplano. El asfalto, carnoso, se hundía bajo los 37 oC del medio- día. Pasó de largo ante el Honey Route, último burdel antes de dar comienzo el desierto, y Samantha, una morena teñida que se hacía las uñas de los pies a la som- bra del porche, lo saludó de la misma manera que había saludado siempre a coches, peatones y camiones, sin otro propósito que desear la buena suerte, pero esta vez además añadió, ¡Si ves a un tipo en un Ford Scorpio Rojo que viaja solo hacia Nueva York, dile que vuelva! Falconetti apretó Play en el walkman e hizo como que no la oía. Instintivamente aceleró el paso y hundió aún más el pie en los 37 oC de asfalto. Hacía casi un mes que había salido de San Francisco, rebotado del ejército. Allí, en el ejército, había leído la historia de Cristóbal Colón, y habiendo quedado fascinado por la osadía de éste se propuso hacer lo mismo pero en sentido contrario: ir de Oeste a Este. Nunca antes había salido de San Francisco.

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Es lógico, en un burdel hay chicas de todas las clases, y más aquí, en el desierto de Nevada, cuya monotonía, la más árida del Medio-Oeste Americano, hay que paliar con determinados exotismos. A Sherry la están maqui- llando en el backstage improvisado en la parte de atrás, junto al antiguo pozo ahora seco. No se fía del gran espejo enmarcado en bombillas que le han puesto y, como cuando llega algún cliente por sorpresa, echa mano del retrovisor de un Mustang ya casi hecho chata- rra. El sol y la nieve lo han ido comiendo desde que allí lo dejó un hombre al que jamás volvió a ver. Se llamaba Pat, Pat Garret. Llegó una tarde de noviembre, con la última temperatura moderada, pidió una chica, la más joven, y Sherry se presentó. Pat tenía una afición: colec- cionar fotografías encontradas; toda valía con tal de que salieran figuras humanas y fuera encontrada; viajaba con una maleta llena. Tumbados en la cama, mientras mira- ba un punto fijo de la pared, le contó que después de haber trabajado en un banco en L. A., había heredado inesperadamente, así que dejó el trabajo. Su afición por las fotografías le venía del banco, por culpa de ver tanta gente; siempre imaginaba cómo serían sus caras, sus cuerpos, en otro contexto, más allá de la ventanilla, que también era como el marco de una fotografía. Pero tras haber cobrado la herencia, su otra afición, el juego, lo había llevado a perderla casi en su totalidad. Ahora se dirigía al Este, a New York, en busca de más fotografías, Aquí, en el Oeste, siempre andamos a vueltas con los paisajes, le dijo, Pero allí todo son retratos. Sherry no supo qué decir. Él abrió la maleta y le fue dando las fotos. Barajada en uno de los tacos encontró el inequí- voco rostro de su madre. Sonreía agarrada a un hombre que, entendió, era el padre que nunca había llegado a conocer. Cayó sobre el pecho de Pat y lo abrazó fuerte- mente. A partir de ahí, él se quedó muchos días más, ella ya no le cobraba, le preparaba la comida y no salían de la habitación. La noche en que Pat se fue el Mustang no le arrancó, pero consiguió parar a un camión que iba hacia Kansas. Por la mañana, tras descartar que se hubiera caído al pozo, o que hubiera ido a Ely a por tabaco, ella se puso a esperarlo hasta que anocheció con la vista fija en el último punto divisable de la US50. Cuando ya no pudo más,sentada en el capó del Mustang se echó a llorar. Se repasa los labios en el retrovisor y la maquilladora le avisa, ¡Salimos al aire en 1 minuto! Nevada TV hace el especial Prostitución en Carretera. Acercan el micro y le preguntan, ¿De qué cosa te sien- tes más orgullosa, Sherry? El amor es un trabajo difícil, contesta, amar es lo más difícil que he hecho en toda mi vida.

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Al sur de Las Vegas Boulevard, sobrepasando en muchos kilómetros la zona de los casinos, exactamente en el momento en que miras hacia atrás y, como en El Rayo Verde, ves por el retrovisor el destello del último casino en el horizonte, te encuentras de frente con un apartahotel de dos pisos de altura de la cadena Budget Suites of America. Un cartel anuncia que hay descuen- tos para quien se quede más de una semana, las mantas van aparte, así que a una inmigrante adolescente puerto- rriqueña tuvieron que cortarle 3 dedos del pie derecho por congelación el invierno pasado; parece ser que lamentó haberse pintado las uñas el día anterior con una laca muy cara que había comprado en Puerto Rico para ir radiante a las entrevistas de trabajo. Si esa muchacha viviera en Japón, esa reducción de pie significaría una especie de suerte divina a la que sólo las geishas tienen acceso. Si viviera en New York constituiría el signo de inmensa riqueza propio de las señoras de la 5a Avenida, quienes se mutilan los meñiques de los pies para poder llevar los afiladísimos zapatos de punta de Manolo Blahnik [después meten los dedos resultantes de la muti- lación en formol o similar para tenerlos en casa y ense- ñar a todo aquel al que se le quiera dejar claro el status económico y social]. El aparcamiento del complejo está moteado de furgonetas y casas rodantes. Han llegado a constituir un poblado.Cada día es un reto para la prome- sa que, de una u otra forma, todos se hicieron cuando llegaron: prosperar en Las Vegas. Todo este tinglado es el equivalente al de los carromatos de los pioneros y soñadores que se colocaban en círculo para hacer noche. En los últimos 5 años, este lugar se ha convertido en la frontera real más allá de la cual se extiende la tierra pro- metida. Todo está aquí tan saturado de sueños que ha devenido en un lugar mágico. Rose cuida en un habitá- culo de 30 m2de sus tres hijos. Hace cada día una ronda por las despensas de las iglesias y los buffets baratos de los casinos. Los utensilios con los que comen y la vajilla descasada son de origen contenedor. Uno de los hijos, Denny, trabajó en una copistería de folletos del negocio del sexo pero lo echaron porque se masturbaba con demasiada frecuencia en horas de trabajo; el resto ni han llegado a conseguir trabajo. La hermana mayor, Jackie, fue tirando mientras estuvo arrimada a un exboxeador llamado Falconetti. Venía de San Francisco, recién licen- ciadodel ejercito, haciendo una quimérica ruta a pie que invertía el viaje de Colón. Estuvo un par de meses con Jackie y antes de irse ella le dio como recuerdo las raídas Nike que llevaba puestas el día en que se conocieron, que había sido haciendo autoestop, en sentidos contra- rios, uno frente al otro en la carretera: se habían puesto a hablar porque no pasaba nadie. En la ciudad posmo- derna por antonomasia, donde, como es obligado en todo lo post, hasta el tiempo flota desprendido de la Historia, el índice de criminalidad, sexo y drogadicción en adolescentes ha crecido en los últimos 3 años en un 30.75%. Todo un ramal de autovías parte de Las Vegas Boulevard, para desarrollarse por el desierto en busca del horizonte con una estructura arborescente mientras como frutos extraños le van creciendo multitud de luga- res mágicos en forma de apartahoteles. Están viendo la tele y Denny saca del bolsillo un paquetito hecho con papel de periódico que encontró en un contenedor. Ante la mirada de su madre y hermanos lo abre y mues- tra bajo el flexo tres dedos de pie derecho de un deste- llante morado opalescente con las uñas pintadas de rojo.

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Hace mucho tiempo [tanto que parecen siglos] hubo un escritor muy importante y famoso llamado Italo Calvino que nos invitó a pensar una ciudad muy bella constitui- da únicamente por sus canalizaciones de agua. Una maraña de tuberías que [según Italo Calvino] partiendo del suelo suben verticales por lo que serían los edificios, para ramificarse horizontalmente en cada planta en la que se hallaría cada piso. Al final de las tuberías pueden verse lavabos blancos, duchas y bañeras donde inocen- temente mujeres disfrutan porque sí del agua. La expli- cación [según Italo Calvino] es que esas mujeres son ninfas que encontraron en estas tuberías el medio óptimo para desplazarse y así vivir sin obstáculos en su natural acuático medio. A lo que no nos invitó fue a pensar que dentro de cada uno de nosotros existe otra ciudad si cabe aún más compleja;el sistema de venas,vasos y arte- rias por las que circula el torrente sanguíneo, una ciudad que no posee ni grifos, ni aberturas, ni desagües, sólo un canal sin fin cuya circularidad y constante retorno con- solida un "yo"con el que salvarnos de la fatal dispersión de nuestra identidad en el Universo. Un desierto que no avanza, un tiempo mineralizado y detenido llevamos dentro. De ahí que el "yo"consista en una hipótesis inamovible que al nacer se nos asigna y que hasta el final sin éxito intentamos demostrar.