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En efecto, técnicamente su nombre es US50. Está en el
Estado de Nevada, y es la carretera más solitaria de
Norteamérica. Une las localidades de Carson City y Ely
atravesando un desierto semimontañoso. Una carretera
en la que, hay que insistir, no hay nada. Exactamente
nada. 418 km con 2 burdeles en cada extremo.
Conceptualmente hablando,en todo el trayecto sólo una
cosa recuerda vagamente a la presencia humana: los
cientos de pares de zapatos que cuelgan de las ramas del
único álamo que allí crece, el único que encontró agua.
Falconetti, un exboxeador que venía de San Francisco,
se propuso hacerla a pie. Había llenado la mochila verde
del ejército con mucha agua y un mantel para extenderlo
en las cunetas a la hora de comer. Entró en una tienda
de comestibles de Carson City, un supermercado con 5
estanterías, cortas, ridículas, Un muñón si esas 5 estan-
terías fuesen 5 dedos, pensó. Compró pan, una gran
cantidad de sobres de buey liofilizado y galletas de man-
tequilla. Comenzó a caminar hasta dejar atrás el arrabal
de la ciudad y entrever al fondo el recorte del altiplano.
El asfalto, carnoso, se hundía bajo los 37 oC del medio-
día. Pasó de largo ante el Honey Route, último burdel
antes de dar comienzo el desierto, y Samantha, una
morena teñida que se hacía las uñas de los pies a la som-
bra del porche, lo saludó de la misma manera que había
saludado siempre a coches, peatones y camiones, sin
otro propósito que desear la buena suerte, pero esta vez
además añadió, ¡Si ves a un tipo en un Ford Scorpio
Rojo que viaja solo hacia Nueva York, dile que vuelva!
Falconetti apretó Play en el walkman e hizo como que
no la oía. Instintivamente aceleró el paso y hundió aún
más el pie en los 37 oC de asfalto. Hacía casi un mes que
había salido de San Francisco, rebotado del ejército. Allí,
en el ejército, había leído la historia de Cristóbal Colón,
y habiendo quedado fascinado por la osadía de éste se
propuso hacer lo mismo pero en sentido contrario: ir de
Oeste a Este. Nunca antes había salido de San
Francisco.
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Es lógico, en un burdel hay chicas de todas las clases, y
más aquí, en el desierto de Nevada, cuya monotonía, la
más árida del Medio-Oeste Americano, hay que paliar
con determinados exotismos. A Sherry la están maqui-
llando en el backstage improvisado en la parte de atrás,
junto al antiguo pozo ahora seco. No se fía del gran
espejo enmarcado en bombillas que le han puesto y,
como cuando llega algún cliente por sorpresa, echa
mano del retrovisor de un Mustang ya casi hecho chata-
rra. El sol y la nieve lo han ido comiendo desde que allí
lo dejó un hombre al que jamás volvió a ver. Se llamaba
Pat, Pat Garret. Llegó una tarde de noviembre, con la
última temperatura moderada, pidió una chica, la más
joven, y Sherry se presentó. Pat tenía una afición: colec-
cionar fotografías encontradas; toda valía con tal de que
salieran figuras humanas y fuera encontrada; viajaba con
una maleta llena. Tumbados en la cama, mientras mira-
ba un punto fijo de la pared, le contó que después de
haber trabajado en un banco en L. A., había heredado
inesperadamente, así que dejó el trabajo. Su afición por
las fotografías le venía del banco, por culpa de ver tanta
gente; siempre imaginaba cómo serían sus caras, sus
cuerpos, en otro contexto, más allá de la ventanilla, que
también era como el marco de una fotografía. Pero tras
haber cobrado la herencia, su otra afición, el juego, lo
había llevado a perderla casi en su totalidad. Ahora se
dirigía al Este, a New York, en busca de más fotografías,
Aquí, en el Oeste, siempre andamos a vueltas con los
paisajes, le dijo, Pero allí todo son retratos. Sherry no
supo qué decir. Él abrió la maleta y le fue dando las
fotos. Barajada en uno de los tacos encontró el inequí-
voco rostro de su madre. Sonreía agarrada a un hombre
que, entendió, era el padre que nunca había llegado a
conocer. Cayó sobre el pecho de Pat y lo abrazó fuerte-
mente. A partir de ahí, él se quedó muchos días más, ella
ya no le cobraba, le preparaba la comida y no salían de
la habitación. La noche en que Pat se fue el Mustang no
le arrancó, pero consiguió parar a un camión que iba
hacia Kansas. Por la mañana, tras descartar que se
hubiera caído al pozo, o que hubiera ido a Ely a por
tabaco, ella se puso a esperarlo hasta que anocheció con
la vista fija en el último punto divisable de la US50.
Cuando ya no pudo más,sentada en el capó del Mustang
se echó a llorar. Se repasa los labios en el retrovisor y la
maquilladora le avisa, ¡Salimos al aire en 1 minuto!
Nevada TV hace el especial Prostitución en Carretera.
Acercan el micro y le preguntan, ¿De qué cosa te sien-
tes más orgullosa, Sherry? El amor es un trabajo difícil,
contesta, amar es lo más difícil que he hecho en toda mi
vida.
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Al sur de Las Vegas Boulevard, sobrepasando en
muchos kilómetros la zona de los casinos, exactamente
en el momento en que miras hacia atrás y, como en El
Rayo Verde, ves por el retrovisor el destello del último
casino en el horizonte, te encuentras de frente con un
apartahotel de dos pisos de altura de la cadena Budget
Suites of America. Un cartel anuncia que hay descuen-
tos para quien se quede más de una semana, las mantas
van aparte, así que a una inmigrante adolescente puerto-
rriqueña tuvieron que cortarle 3 dedos del pie derecho
por congelación el invierno pasado; parece ser que
lamentó haberse pintado las uñas el día anterior con una
laca muy cara que había comprado en Puerto Rico para
ir radiante a las entrevistas de trabajo. Si esa muchacha
viviera en Japón, esa reducción de pie significaría una
especie de suerte divina a la que sólo las geishas tienen
acceso. Si viviera en New York constituiría el signo de
inmensa riqueza propio de las señoras de la 5a Avenida,
quienes se mutilan los meñiques de los pies para poder
llevar los afiladísimos zapatos de punta de Manolo
Blahnik [después meten los dedos resultantes de la muti-
lación en formol o similar para tenerlos en casa y ense-
ñar a todo aquel al que se le quiera dejar claro el status
económico y social]. El aparcamiento del complejo está
moteado de furgonetas y casas rodantes. Han llegado a
constituir un poblado.Cada día es un reto para la prome-
sa que, de una u otra forma, todos se hicieron cuando
llegaron: prosperar en Las Vegas. Todo este tinglado es
el equivalente al de los carromatos de los pioneros y
soñadores que se colocaban en círculo para hacer noche.
En los últimos 5 años, este lugar se ha convertido en la
frontera real más allá de la cual se extiende la tierra pro-
metida. Todo está aquí tan saturado de sueños que ha
devenido en un lugar mágico. Rose cuida en un habitá-
culo de 30 m2de sus tres hijos. Hace cada día una ronda
por las despensas de las iglesias y los buffets baratos de
los casinos. Los utensilios con los que comen y la vajilla
descasada son de origen contenedor. Uno de los hijos,
Denny, trabajó en una copistería de folletos del negocio
del sexo pero lo echaron porque se masturbaba con
demasiada frecuencia en horas de trabajo; el resto ni han
llegado a conseguir trabajo. La hermana mayor, Jackie,
fue tirando mientras estuvo arrimada a un exboxeador
llamado Falconetti. Venía de San Francisco, recién licen-
ciadodel ejercito, haciendo una quimérica ruta a pie que
invertía el viaje de Colón. Estuvo un par de meses con
Jackie y antes de irse ella le dio como recuerdo las raídas
Nike que llevaba puestas el día en que se conocieron,
que había sido haciendo autoestop, en sentidos contra-
rios, uno frente al otro en la carretera: se habían puesto
a hablar porque no pasaba nadie. En la ciudad posmo-
derna por antonomasia, donde, como es obligado en
todo lo post, hasta el tiempo flota desprendido de la
Historia, el índice de criminalidad, sexo y drogadicción
en adolescentes ha crecido en los últimos 3 años en un
30.75%. Todo un ramal de autovías parte de Las Vegas
Boulevard, para desarrollarse por el desierto en busca
del horizonte con una estructura arborescente mientras
como frutos extraños le van creciendo multitud de luga-
res mágicos en forma de apartahoteles. Están viendo la
tele y Denny saca del bolsillo un paquetito hecho con
papel de periódico que encontró en un contenedor.
Ante la mirada de su madre y hermanos lo abre y mues-
tra bajo el flexo tres dedos de pie derecho de un deste-
llante morado opalescente con las uñas pintadas de rojo.
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Hace mucho tiempo [tanto que parecen siglos] hubo un
escritor muy importante y famoso llamado Italo Calvino
que nos invitó a pensar una ciudad muy bella constitui-
da únicamente por sus canalizaciones de agua. Una
maraña de tuberías que [según Italo Calvino] partiendo
del suelo suben verticales por lo que serían los edificios,
para ramificarse horizontalmente en cada planta en la
que se hallaría cada piso. Al final de las tuberías pueden
verse lavabos blancos, duchas y bañeras donde inocen-
temente mujeres disfrutan porque sí del agua. La expli-
cación [según Italo Calvino] es que esas mujeres son
ninfas que encontraron en estas tuberías el medio óptimo
para desplazarse y así vivir sin obstáculos en su natural
acuático medio. A lo que no nos invitó fue a pensar que
dentro de cada uno de nosotros existe otra ciudad si
cabe aún más compleja;el sistema de venas,vasos y arte-
rias por las que circula el torrente sanguíneo, una ciudad
que no posee ni grifos, ni aberturas, ni desagües, sólo un
canal sin fin cuya circularidad y constante retorno con-
solida un "yo"con el que salvarnos de la fatal dispersión
de nuestra identidad en el Universo. Un desierto que no
avanza, un tiempo mineralizado y detenido llevamos
dentro. De ahí que el "yo"consista en una hipótesis
inamovible que al nacer se nos asigna y que hasta el final
sin éxito intentamos demostrar.