La música: Para algunos es uno de los puntos fuertes de la película, aunque a muchos espectadores se les atragante ver a M. A recorrer las epatantes dependencias de Versalles al ritmo peleón de The Strokes. Es sabido que a Sofía le va la marcha: ¿Quién no se acuerda de las dulces melodías de los franceses Air en "Las vírgenes suicidas"? ¿O del tremendo Just Like Honey de los Jesus and Mary Chain sonando al final de "Lost in Translation"? Me gusta la frescura que derrocha la directora al sustituir la música de cámara por los ritmos electrónicos de Manchester. Gracias a este toque indie-pop-kitsch, además de dejar constancia de sus referencias más cercanas, da fe de su buen gusto musical. Pero comprendo que a los más puristas se les pongan los pelos de la nuca como escarpias. Cuarenta millones de dólares, cifra del brutal presupuesto, es mucha pasta para tanta tachunta reforzada por una fotografía con momentazos - los más- de videoclip.
Los objetos: Zapatitos de capricho, miriñaques y corpiños imposibles, sombreros con/sin plumas y lazos, pastitas de diseño, cortinas suntuosas, jardines en clave de templete y topiario, pabellones de verano, mascotas atocinadas, centros florales para todos los gustos y camas sin sexo pero con dosel. El primer vástago nació pasados siete años desde el día de la real boda, pero cabe recordar que esta reina infantiloide se casó en la edad del Clearasil. Eso sí, conoció la pasión en brazos de un soldado y se movió toda la vida en un ambiente de empachosa frivolidad. Personalmente, me aburrí de los pasteles y los modelitos al rozar el ecuador de la película. Me astragué, me harté: el cuerpo me pedía más rigor. Sofía, la directora, parece sin embargo fascinada por los trapos y las porcelanas, por un protocolo real al que vuelve una y otra vez empeñada en demostrarnos que esta mujer demonizada por la historia sólo fue una pobre incomprendida: La Paris Hilton de los Borbones. La acción se desarrolla - a velocidad de caracol- en el hermético mundo de la corte, con sus insufribles códigos de conducta y su rara mezcla de hedonismo, chismografía y obsesión por las apariencias. La vie en rose dentro de la burbuja palaciega. "¿Nos pasamos del presupuesto con el asunto ese de la Guerra de la Independencia Americana?" Patinazo. La M.A real fue mucho más que un pastiche de ropa merengada, aunque tampoco daba para un Nobel.
Ella: Como decía Jeanette, "Yo soy rebelde porque el mundo me hizo así", ese parece ser el mensaje. Fascinante, arrogante, inmadura, soterradamente feminista, autoindulgente, juerguista, irresponsable, caprichosa, absurda, consentida, vaciadora de arcas, multifacética, fashion victim, chic. Y sorda. Sorda a los "ruidos" de la pre-Revolución. No me extraña que la pobre chica "perdiera la cabeza": demasiado champagne antes de las seis.
Vestuario: Soberbio, a cargo de la italiana Milena Canonero. Súmesele la cuidada ambientación y el hecho de que la película se rodó en el mismísimo Versalles. Resultado, una de las bazas fuertes de este curioso aunque soporífero film.
La película se basa en la novela más celebrada de la escritora Antonia Fraser. Y ahora, una pregunta para amantes de las adivinanzas sencillitas, ¿De quién estamos hablando?