Literatura

Vredaman

Inés Matute

Vredaman

Coincido con Sanz Villanueva en que la última novela de Unai Elorriaga es bella y rarísima. Rarísima en relación con lo que estamos acostumbrados a leer; no tan extraña en el sensible universo de este joven narrador de Algorta. En lo ya no estoy de acuerdo es en la siguiente afirmación: "el estilo cultiva un simplismo oracional de narrador balbuceante o incompetente, pero con contenidos culturales muy refitoleros". No, no se trata de ingenuidad vanguardista ni de un disparate estilístico. Se trata del hablar cotidiano de los vascos, de su peculiar forma de construir las frases, haciendo de esta traducción mental segunda un rasgo de identidad narrativo. Lo verdaderamente raro de Unai es su mirada, su excéntrica lectura del mundo, ese misterio y ese universo propio por el que todo autor suspira. Tal vez Unai se ensimisme en su gusto por parecer distinto, en la sorpresa gratuita, o tal vez simplemente nos encontremos ante un autor sinceramente diferente. ¿Y acaso no es ese un buen punto de partida? Con personajes a los que les duele la punta de las pestañas, que buscan libélulas azules para ser los hombres más inteligentes del mundo, que viven su 59 de enero o que afirman categóricamente que casi es lo mismo desayunar una cucharada de cal que un trozo de cable telefónico, me atrevo a decir que Elorriaga roza la realidad desde una posición no realista, recreándose, con éxito, en el absurdo. Entiendo que Vredaman busca, al igual que sus dos novelas anteriores - "Un tranvía en SP" y "El pelo de Vant' Hoff"- desvelar el verdadero sentido de la vida entremezclando historias que aparentemente nada tienen en común; historias tiernas y cotidianas que son fracturadas y estiradas de un modo tan experimental como acertado. No, no me ha defraudado esta novela, todo lo contrario, pero sí le pediría a Unai que no mate a la gallina de los huevos de oro, es decir, que su siguiente trabajo muestre un nuevo grado de madurez, que no se limite a la anécdota ni a la autocomplacencia del hallazgo chispeante. Leo las novelas de este escritor con ganas de empatizar con los personajes y una sonrisa casi maternal en los labios, pero sería triste enfrentarnos a un nuevo título y llegar a la última página con sensación de déjà vu. No cambies de registro, Unai, sigue siendo "fresco", pero danos algo que demuestre tu crecimiento y que no se nos haga previsible.