Arte

Emergentes

Propuestas impresentables

Inés Matute
KK

Comentábamos recientemente la insoportable uniformidad del arte contemporáneo, el general y asfixiante clima de aburrimiento ocasionalmente salpimentado por propuestas excepcionales, obras de artistas a contracorriente que no se pliegan a lo políticamente correcto o a las tácitas leyes de un main stream estético deudor, casi siempre, del pensamiento único. Lo extemporáneo se define como algo impropio en el tiempo en que sucede o se hace, pero también como algo que puede ser inoportuno o inconveniente. Así las cosas, el artista que recorre senderos alternativos se arriesga a ser calificado de excéntrico, de ajeno a lo histórico o de loco. Del mismo modo que hay poetas y novelistas que ponen su lenguaje y su mensaje fuera del alcance del tiempo, hay artistas a los que este intransitable camino atrae como un imán, cayendo a veces, ¡ay!, en el disparate. Por desgracia, no habrán de faltarles comisarios y galeristas que se hagan cómplices del engaño, quizá tan desorientados como el propio creador, tal vez incluso más. Sólo un Gran Artista promete, crea y transmite mundos invisibles desde la propia invisibilidad, contagiándonos de una pasión que se desentiende - y aquí el fin justificaría a los medios- de lo contemporáneo. Dos ejemplos de sinvergonzonería disfrazada de genio incomprendido acuden ahora a mi cabeza. Uno lo viví en propia carne la pasada Nit Niu de la Cala San Vicente, en Mallorca; del otro he sabido por la prensa y le pone rostro un actor que mejor haría limitándose a encarnar a supermachos, pues en lo que a arte se refiere, le veo muy perdido.

Caso Niu: El sedicente artista, cuyo nombre no daré por no seguirle el juego, se dedicó a zarandear y a empujar a su público ayudado por dos matones de aspecto patibulario y una Barbie Dominátrix que acogotaba a diestro y siniestro. Mientras esto ocurría y decenas de personas intentaban alcanzar el recinto donde "el artista" mostraba su "acción" (pocos sabían que el maltrato al que estaban siendo sometidos era parte del performance, argumentado por su galerista hasta la extenuación), el susodicho gritaba, a voz en cuello, "el artista soy yo y a vosotros os toca obedecer" en lo que a muchos nos sonó a burda apología de la vanidad. De no haber tenido que cubrir el evento para la prensa, de la misma habría puesto pies en polvorosa, pues para azotinas me bastan las que en su día me propinó mi madre, y para seguidores del sadomaso ahí está Internet. Varios hematomas más tarde, y tras coronar un pequeño montículo, entramos en una sala en la que a un muchacho en cuchillas, bajo una música atronadora, se le cubría la cabeza con una bolsa de basura. Fin del acto. Por darle trabajo a la neurona se nos explicó que el "artista" intentaba representar, mediante nuestra voluntaria y valiente participación, la existencia de dos tipos de sociedades, una represiva y otra sometida. El numerito de la bolsa respondía, según él, a la denuncia de lo que supuestamente acontece en Guantánamo. La reflexión sobre si esto es o no es arte o metáfora, se la dejo a mis lectores. La factura de la sandalia que perdí en la desbandada se la pasaré a su galerista, no vaya a pensar que me reprimo o que no he captado el guiño.

Caso Cruise: La cretinez de este sujeto rompe escalas. Rico, artificial, ocasional pareja de la guapa de turno y afectado de creencias paranormales, el actor, cienciólogo o trend setter, se dedica a cultivar leyendas acerca de su invisible hija, pues el show business apareja estos derrapes cuando no devaneos artísticos-sentimentales de trabajosa digestión. En el circo de Suri - así se llama la niñita- caben todos los disparates, pues nadie la ha explicado a Tom que hasta el Gore, que de cine sí debería entender, tiene su pudor. El flamante papá, fiel seguidor de tendencias artísticas de todo pelaje, ha encargado a Daniel Edwards una escultura inspirada en las heces de la niña, a la que ha titulado "primera cagadita de Suri, 18 de agosto del 2006" en un alarde de originalidad. Por lo visto desconoce que eso ya lo hizo Manzzoni en los años 60, enlatándolo y titulándolo "mierda de artista" en un rapto trasgresor. De la horterada elevada a la categoría de arte ya teníamos referencia; ahí están el "primer zapatito" o el "primer chupete" en plata que algunas mamás primerizas encargan al joyero inflamadas de maternal candor. El zapatito suele acabar encima de la tele. ¿Dónde colocará Cruise el primer zurullo de Suri? Antes hablábamos de lo extemporáneo, pero quizá sea el momento de hablar de degeneración. O de gilipollez.