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A Elena Gagarina
La bruma de la mañana avecina tormenta. La sangre entre las vías y en el asfalto de la isleta.
De madrugada tuvo lugar un suceso del que ahora solo quedan sus huellas: las manchas y la pintura. Aquí yacía el cuerpo. Aquí se detuvo el tranvía.
Que cada uno se invente su historia con los restos.
El tranvía se aproxima. Abre sus puertas y deglute a nuevos pasajeros. Desde dentro de su vientre hay otra perspectiva. La mancha de sangre se aleja entre la neblina cálida. Comienza a llover. Gruesas gotas. Lluvia caliente de tormenta sobre el asfalto.
Se llevará la sangre.