Este verano, los Rolling Stones cancelaron su gira por España a causa de la caída de Keith Richards de un cocotero en Nueva Zelanda. A raíz del percance, Richards tuvo que someterse a una intervención quirúrgica de la que salió con unos clavos engarzados en su maltrecha testa, y la banda decidió hacerse con los servicios de un médico geriatra para que les acompañara durante el resto de la gira y -sobran las palabras- controlara su colesterol, osteoporosis y otras dolencias seniles que los Stones, como muchos otros señores de 60 años para arriba, posiblemente padezcan. La lectura de semejante noticia da que pensar. ¿Es posible ser una estrella de rock en activo en la tercera edad? Es decir, ¿pueden unos sesentones que aún molan, más o menos, mantener ese ritmo de vida sin caer en el ridículo, pero teniendo que hacer virguerías para no morir en el intento? No hace mucho leí que Bono, el cantante de U2, aseguraba que prefería dejarlo a repetirse a sí mismo, o hacer sólo álbumes de estudio, a lo David Bowie. No sé si había en esa declaración un retintín hacia Jagger y compañía, a quien es de suponer que admiran, aunque más por ser quien son que otra cosa, ya que Bono y secuaces bebieron más del Duque Blanco y del glam en sus comienzos en la escuela Mount Temple de Dublín. No se ve pues el mesiánico irlandés de 46 años arrastrando su cuerpo de obrero de la construcción sobre los escenarios de medio mundo una vez pasada la cincuentena. Los Stones es la primera banda de rock tal como lo conocemos que llega a la tercera edad al completo y en activo. ¿Sentarán precedente? Hasta ahora, habíamos visto morir a los grandes de mil formas: drogados como Elvis, asesinados como Lennon, comidos por el cáncer como Harrison. También hemos canonizado en la sagrada iglesia del rock a jóvenes y bonitos cadáveres como los de Jimi Hendrix, Jim Morrison o Kurt Cobain (¿qué significado debe tener la edad de 27 años para las estrellas del rock de personalidad autodestructiva?). Los que no se quedaron por el camino habían disuelto ya las bandas anteriormente y seguido por su cuenta, al estilo Paul McCartney, o hicieron (hacen) varias intentonas, muchas frustradas -aunque no todas, léase The Who-, de reavivar las cenizas de un pasado más o menos glorioso. Sting no está por la labor, según Stewart Copeland, el que fue batería de The Police, en un documental rodado en los días álgidos de la banda, y que ha presentado hace poco en Barcelona, en el festival In-Edit. (Curiosidad: aún guardo en una carpeta vieja y destartalada un artículo titulado "U2: ¿los nuevos Police?". Sin comentarios.) Famosos rockeros y poperos nacidos en los sesenta, ¡preparaos!