Opinión

Símaco y la Victoria

Creer o saber

Juan Luis Calbarro

Una amiga me comenta sus avances en su curso de masaje. Ha aprendido a darlos con ciertos principios de fisioterapia y de anatomía muy correctos; sin embargo, al mismo tiempo se va introduciendo en el terreno de las creencias infundadas que en determinados ambientes cumplen el papel del conocimiento científico. Mi amiga ahora quiere aprender reflexología podal (por ejemplo, para curar una migraña mediante la manipulación de los pulgares de los pies) y, cuando uno opina que esto es un cuento, cierra el debate algo ofendida con una afirmación: "pues yo me lo creo".

Sorprenden estas fes, cada vez más frecuentes en personas con estudios superiores, intereses artísticos y aparentemente capaces de manejar sus vidas en términos racionales. El "me lo creo" sustituye a todo razonamiento basado en el método científico, arrinconado éste por retóricas pseudocientíficas tan absurdas como las que pregonan la existencia del chi o energía natural del universo, un concepto perfectamente ajeno a la realidad empírica. Jamás entregaríamos a un charlatán nuestra gestión financiera, porque no se asocia placebo a la compra de acciones sin valor; pero sí nuestra salud. Contribuyen a esto el extendido prestigio de toda tradición que no sea la nuestra, obviando que ha sido la medicina occidental la que ha erradicado en Asia plagas y enfermedades que las medicinas orientales jamás habían combatido eficazmente; y el componente psicoterapéutico o de consuelo que presentan estas prácticas a medio camino entre la filosofía y la mitología. Lo cual no impide que quienquiera que haga valer su pensamiento crítico perciba claramente que acupuntura, homeopatía y reflexología no sanan: medran sólo en la confluencia de un crédulo y un embaucador, como el tarot, la astrología o los embustes de Iker Jiménez.