Pinchar encima para ampliar la imágen
Ana Juan (Valencia, 1961) es hoy por hoy una de las ilustradoras españolas más internacionales. De las historietas de El Víbora o Metal Hurlant a la colaboración en libros editados en los Estados Unidos, pasando por las imágenes en suplementos de prensa diaria, la cartelería y las numerosas portadas para The New Yorker, la calidad de su trabajo ha sido reconocida en ámbitos extraordinariamente diversos, tanto en lo geográfico como en lo artístico. En su currículum se agolpan becas, premios, exposiciones, libros publicados y, sobre todo, un sólido prestigio fundamentado en una trayectoria profesional que excluye la autocomplacencia. Hay mucho que escribir de esta artista, pero de momento me quiero detener en su libro sobre la vida de Frida Kahlo.
Cuando el destinatario de la obra son los niños, es frecuente ver cómo poetas, narradores e ilustradores de libros se limitan a sugerir un mundo más sencillo o, más bien, a delinearlo por medio de trazos insuficientes, como si el mundo de los infantes fuese simple por definición frente a lo adulto. Ana Juan, en cambio, parece saberlo complejo, aunque su complejidad sea de otra índole, y crea mundos complicados que llaman al ejercicio de la imaginación. Tomar a los niños por seres incompletos es errar, y la Frida de Juan demuestra que otra actitud es posible. En el libro de Jonah Winter (Frida, Nueva York, 2001), la ilustradora encara el desafío de trasladar a los niños una vida conflictiva mediante un enfoque exigente. Desde el bebé que, volando a lomos de un pájaro y paleta y pincel en mano, pinta en el aire aves nuevas, hasta la mujer adulta que sufre terribles dolores crónicos (y en la página duerme abrazada por una zarza, mientras la luna derrama un lágrima), Frida le pide al lector el esfuerzo de meditar y sentir a partes iguales acerca de un mundo a un tiempo hermoso y ético.
El Casal Solleric de Palma de Mallorca dedicó una hermosa exposición a esta artista la pasada primavera. Montaje aparte, es justo felicitar a Joan Roig por el diseño de un hermosísimo catálogo y a Florentino Flórez por el texto minucioso que aportó al mismo. En el trabajo de ambos se refleja el respeto y el cariño que -es evidente- sienten por la obra de Ana Juan.