Las calles levantadas: cascotes, agujeros,
enormes bovinas de cables y algunos tubos
dónde orinan los gigantes.
Buldózer que a la ciudad taladran y destrozan,
y con saña matan sus paseos y sus árboles
para que no respire el aire.
El calcio no rellena los frágiles huesos rotos,
y el brillo no nos ciega ni la luz nos engaña:
se intoxican las neuronas.
Nuestras estúpidas mentes, nuestros cuerpos blandos,
destrozados, rotos, convertidos en escombro
a ritmo de excavadora.