Opinión

Con el tiempo en brazos

Entre la admiración y el desafío

ana marquez

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Entre la admiración y el desafío

La mirada de un adolescente es una línea oblicua entre la admiración y el desafío. Celebrábamos el Día del Libro y ellos esperaban que yo les resolviera un enigma ya rancio: "La inspiración, ¿existe? ¿Desde qué centro giratorio se dispara o acecha?". Pero el poeta no sabe mucho de vías ni trayectos. El poeta sólo reinterpreta y traduce en signos ortográficos ese oleaje incómodo que ofusca su mente cuando amanece en ella el instante de gracia. Poco más.

No, no supe contestar a aquel alumnado adolescente sobre el territorio originario de las musas ni sobre ese arrojo que las catapulta al oído interno cuando al poeta se le disparan las alarmas. Pero reuní la piedad justa para prometerme componer mejores respuestas la próxima vez que el Día del Libro nos apiñara, a ellos y a mí, en torno a los misterios de la belleza y la palabra.

Fue entonces cuando me vi... Frente a mí, sentada entre aquella audiencia púber que soportaba mi aburrido discurso, me vi. Otra vez con quince años, tersa y huraña, con la rebeldía colgándome del piercing que me perforaba el labio insolente.

Otra vez limpia, otra vez entera, ella- que era o fui yo- observaba, también entre la admiración y el desafío, a este ser de bruma, sumiso y desencantado en que las musas y el tiempo me han convertido.