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¿Cuántas vidas caben en un autobús urbano? Cuántos destinos enmarañados durante la trayectoria sobre el asfalto, al filo de la mañana, entre la neblina, el plomo y el monóxido de carbono. Apretados cuerpo contra cuerpo, más cerca de lo que nunca permitiríamos fuera de este espacio ambulante con ruedas. La diversidad humana se manifiesta incluso en una pequeña muchedumbre aleatoria como ésta. Diferentes alturas, diferentes tonalidades de cabello, diferentes ojos. Diversos atuendos y aderezos, maletines y bolsos. Una gorra escocesa se asoma entre la abigarrada multitud de las escaleras, con su borla enhiesta sobre la superficie oscilante de cabezas, como un periscopio que buscara aire. En la plataforma central hay anclada una silla de ruedas. En ella balbucea un hombre joven y mueve intermitentemente los brazos y la cabeza. Todas las miradas se apartan de él como si tuviera la lepra, huyen del dolor ajeno y del espanto. El defecto y la deformidad del otro nos incomodan y aterran, como si no tuviéramos derecho a mirarle, como si nuestra salud y nuestra suerte fueran groseras e insultantes, o prepotentes. La compasión se torna indiferencia, la descomunal y monstruosa indiferencia de las grandes urbes, que en realidad sólo esconde el miedo o la perplejidad.
Mientras escribo estas líneas uno de mis guantes, el derecho que no llevo puesto, se ha deslizado inadvertidamente hacia el suelo. De este modo he perdido guantes, gorros, bufandas, paraguas en los transportes públicos, pero nunca libros. Siempre estoy a merced de la misericordia ajena. Una chica se inclina hacia mí y me lo devuelve con una sonrisa. Es hermosa, de una hermosura luminosa y fresca, como los niños. Tiene el cabello moreno corto y la tez pálida. ¿Adónde vas? me pregunto. ¿Tienes novio? ¿O novia? ¿Se está muriendo alguien de cáncer en tu familia? ¿Tal vez estás embarazada y aún no lo sabes? ¿O te dedicas a salvar perros abandonados? Está tan cerca y no sé nada de ella, sólo que me ha evitado el tener que comprarme otro par de guantes negros, ahora que ya no hay en las tiendas.
¿Cuántas vidas caben en un autobús urbano? La mía, la de ella, la del chico de la silla de ruedas, la del hombre de la gorra escocesa. Todos dentro de este automóvil, compartiendo un instante tan efímero. Tan lejos, y tan cerca.