He estado esperando hasta el final para el breve comentario cinematográfico del mes porque esperaba con impaciencia la resolución de los premios Oscars, en un año en el que los premios aparecían más repartidos que nunca y con películas que quizás por primera vez sí se lo merecían.
Si hay una característica que puede definir a la ceremonia de este año ha sido la presencia mayoritaria de películas independientes, de bajo presupuesto y temática comprometida (tan comprometida como para evitar que la favorita del año se llevara el reconocimiento que la hubiese encumbrado a los altares).
Porque para qué vamos a engañarnos, el King Kong y las dos guerras (la de las galaxias y la de los mundos), que eran las superproducciones del año junto a "Las crónicas de Narnia" sólo estaban nominadas a Oscars de segunda categoría, los que la Academia entrega a apartados de tipo técnico.
El resto, si exceptuamos "Munich" (una de las grandes derrotadas seguramente por la oposición del lobby judío a esta revisión histórica de Steven Spielberg), no superaba los treinta millones de dólares (que para nosotros puede ser mucho pero para Hollywood es sólo una bagatela). Películas "baratas" pero sobre todo con temas sociales: la homosexualidad en "Brokeback Mountain y "Capote"; la necesidad de informar libremente en "Buenas noches, y buena suerte"; la diversidad étnica de la sociedad americana en "Crash", los efectos del terrorismo en la ya citada "Munich", la corrupción y el valor del petróleo en la política norteamericana en "Syriana", sin olvidarnos de la transexualidad de "Transamérica".
En este estado de cosas, era lógico que todos los filmes acabasen premiados en un reparto equitativo. Pero lo sorprendente ha sido no este reparto sino la elección final, la de mejor película. "Crash" lo es, sin duda, pero también cualquiera de las cinco nominadas. Lo extraño es no haber permitido que la historia de amor homosexual entre dos vaqueros (la gran favorita) acabase tan sólo con el premio de Ang Lee como mejor director, guión o música. Tenía que haber sido subrayada su validez con el de mejor película. Quizás es que Hollywood no está capacitado aún para permitir que los libros le recuerden que los homosexuales existen (y si lo son no pueden ser cowboys). Quién sabe, tal vez se haya preferido entregar los premios a aquellos que representan mejor la variedad americana (y "Crash" es en este sentido una gran muestra de diversidad). En un año marcado además por los personajes reales (Edward R. Murrow, Johnny Cash...) Hollywood también ha querido premiar de alguna manera a sus propios ciudadanos en los rostros del cine independiente (Philip Seymour Hoffman -caracterizado como Capote-) y comercial (Reese Witherspoon -June Carter-, la nueva chica de América con permiso de Julia Roberts). Como si en el fondo quisiera no dejar a nadie descontento...