"Blog" es una palabra que me suena a croar de rana, a eructo reprimido, a cosa rara cubierta de barro y purpurina. Si Blog- Blog es el ruido que hace una rana de diseño, no es raro que me suene a chapoteo de batracio mucha opinión vertida en esa tierra de nadie que es Internet. En Internet nacen aberraciones lingüísticas como Blogger, bloguear, blogosfera y blogueros, primas hermanas de esa entelequia llamada cibersexo a la que casi todos nos hemos acercado con curiosidad. A veces pienso que del ciberespacio no puede llegar nada bueno; otros días amanezco con el pijama del optimismo bien abrochado y me parece que en el cibermundo cabe lo que en el mundo real - el de los cayucos, las mujeres asesinadas y los chorizos que cruzan la Junquera para dar el palo en Reus- no encuentra su sitio. No room for happiness.
Tengo un amigo que, por el ruido mediático que producen ciertos blogs, llegó a pensar que se trataba de un fenómeno importante, de esos que quitan el sueño a Jiménez Losantos y subrayan las ojeras de ZP. Lo cierto es que un blog no pasa de ser el diario íntimo de alguien, un diario con barra libre al que uno puede acercarse para añadir su correspondiente pincelada lírica. Cuestión de percepción. O de distorsión. Si dentro de cada español hay un árbitro escondido - ¡ojo! Que llega el Mundial y es hora de rezar a San Casillas- también hay dentro de cada navegante una rana con alma de blogger, sea esta una rana potencial, consumada o semipensionista. Una, que siente cierta debilidad por los granujas, en estas charcas suele reirse lo suyo; ajustes de cuentas, críticas despiadadas, sueños rotos...¡Qué se yo! ¡De todo hay! A los insufribles diarios íntimos de los escritores convencionales (70% de frustración y 30% de vanidad) se le suman millones de páginas virtuales con más diarios íntimos y más frustración a compartir, conectados a su vez con todas las demás páginas formando una burbuja charlatana del tamaño del cometa Halley, pero con más megas. Tanto blog blog viene a desmentir el viejo tópico: si la gente no lee libros ello es debido a que se pasa la vida escribiendo paridas, o leyendo lo que otro infeliz como él escribió en Arkansas dos días antes, por aquello de ahorrarse el psicoanalista y hacer amigos a través de la Red. A pesar de las lágrimas de libreros, escritores, editores y críticos, la gente lee día y noche hasta quedarse pistojo, lee hasta reventar de tanto webweb y tanto blogblog. Entiendo que haya escritores que prefieran escribir "en abierto" para no presenciar cómo adelgaza el puerco tras pasar por las manos del agente, el editor, el distribuidor y el vendedor de caseta. Los entendidos dicen que si el cerdo ya venía flaco, para el autor no quedan ni las pezuñas. También comprendo que algunos, por escapar de su soledad, compartan sus miserias con un lector anónimo y bien dispuesto, un alter ego buenrrollista. Disfruto, también es cierto, de la sabiduría pedestre y el humor ácido que destilan muchos blogs, pero pienso, y ojalá acierte, que el problema del aislamiento y el miedo al vacío no se soluciona chapoteando en esta charca, sino volviendo a la calle, al banco del parque y a la tertulia de cafetín.