Al cumplirse el cincuenta aniversario del nacimiento de Televisión Española - ¡y parece que fue ayer!- Carmen Caffarel, su actual directora general, acumula un récord de fracasos de retirada de programas recién incorporados a la parrilla y el frustrante honor de haber perdido, durante su mandato, el liderazgo de audiencia. Repasemos la lista de fiascos: Batacazo monumental de Pepe Navarro y Concha Velasco (los blindajes de sus respectivos contratos harían temblar a un muerto, por cierto), fracaso en ciernes del retorno de Jesús Quintero, inexplicable fracaso del muy publicitado Made in China, apestoso hundimiento del Gran Wyoming. ¡Caramba! ¿Será por falta de medios? Hablamos de una empresa con más de diez mil empleados y un déficit acumulado de 7.500 millones de euros. Sí, sí, habéis leído bien: una auténtica sangría para el sufrido contribuyente, que se pregunta por qué debe continuar sufragando una televisión que no interesa y unos programas que son el mejor incentivo para una escapada nocturna al bingo.
A Madame Caffarel la eligió ZP por ser catedrática de Comunicación Audiovisual, lo que me hace temer por la solvencia de los estudios universitarios de los futuros periodistas de pantalla. Aparentemente, la cosa ha mejorado mucho: Durante medio siglo, y a cambio de su fidelidad política, han ocupado un puesto de responsabilidad en TVE muchas personas que no tenían ni repajolero conocimiento del medio, aunque entonces, naturalmente, se trataba de un monopolio oficial y a salvo de cualquier competencia. Nunca hasta ahora algo malo de solemnidad costó tanta pasta; nunca se desaprovechó tanto talento profesional como en TVE, dándose la paradoja de tener que comprar a productoras privadas espacios meramente informativos- como "España directo"- mientras la resolución del Sudoku de turno entretiene a los profesionales de la casa. Muchos son los programas que llevan la firma de realizadores ajenos a TVE; en lo referente a los telediarios, producidos con más medios que todos los de la competencia juntos, y siempre beneficiarios del oficialismo que muchos telespectadores buscan en sus contenidos, son batidos por los de Antena 3 por una simple cuestión de creatividad, equilibrio y buen gusto. Pasados 50 años desde el día de su fundación, la televisión oficial ha sido vapuleada en todos los frentes, mientras el Gobierno disimula la tentación de privatizar al menos un canal para reducir el déficit y de paso hacerle un favorcillo a un editor amigo. Me niego sufragar su naufragio, señores. Si una empresa produce bienes que nadie compra, lo inteligente es dar un golpe de timón y producir otro tipo de cosas o echar el cerrojo y dedicarse al porno, que siempre vende, y no obligarnos a seguir pagando por sus errores. Creo que la gente del PP solicita estos días un referéndum para conocer la opinión de los españoles sobre el Estatut catalán. Yo pido una consulta popular para determinar si los españoles queremos o no seguir costeando las veleidades de los secuaces de Caffarel. Y va a ser que no, sospecho.