En los Complementos a El mundo como voluntad y representación cifra Schopenhauer la "necesidad metafísica del hombre" en la conciencia de la muerte y en la consiguiente contingencia fundamental de la vida. El filósofo alemán repasa a continuación las dos respuestas elementales ante esta necesidad supuestamente insoslayable. Una, la del pueblo, es la respuesta de la religión, que combate la contingencia con la creencia en una vida trascendente. Otra, la de los ilustrados, es la opción de la filosofía, que impugna la inanidad de este mundo, construyendo un sentido de la vida - y de la muerte - desde la razón.
En este punto, el pensador alemán, tan avanzado en otros planteamientos, se muestra más bien ciego ante los intereses oscuros de la tradición filosófica. Porque la cuestión de fondo no son las respuestas por él señaladas, en un a modo de revival de la teoría medieval de las dos verdades, sino la oportunidad misma de la pregunta. Pues ¿ por qué habría de deducirse de la conciencia de la muerte la contingencia de la vida ?
En realidad, el mismo Schopenhauer nos pone sobre la pista a la hora de responder a esta pregunta, ya que afirma que la perspectiva de la contingencia es inculcada desde la infancia a los seres humanos por medio de la enseñanza de las religiones y que la filosofía no es sino un intento de elevar la problematización al nivel de la razón.
Así que el problema radica en una necesidad inoculada en la mente, cual depredador virus informático, desde los primeros años de la vida. Y el resto es retórica, buena ( la filosofía) o mala ( la religión), pero, como diría Umberto Eco, retórica al fin y al cabo.
No viene mal tener en cuenta estas consideraciones cuando en la palestra pública se habla tanto de las clases de religión- casi siempre católica... Pero ¿ cuál no pretender serlo?- escamoteando la cuestión de fondo con el ardid de una religión de clase acomodada y concertada.
Porque no se abre en vano la mente a lo numinoso: una vez abierta, la herida es necesariamente trágica, aunque a veces parezca tragicómica. Y todos los padres y madres, sobre todo los ilustrados, deberían pensárselo mejor antes de conducir a sus hijos e hijas hacia la contingencia universal disfrazada de humilde pastorcillo.