En un arriesgado ejercicio de nostalgia el segundo canal de TVE repone en horario de madrugada fragmentos del programa ¨La edad de oro¨, transmitido originalmente en los años 1983 y 1984. Vértigo, vergüenza, orgullo, incredulidad, pudor, son algunas de las sensaciones que experimentan frente al televisor quienes entonces eran jóvenes. Vértigo por el paso del tiempo; vergüenza por los cabellos cardados y la escasa capacidad musical de los artistas del momento; orgullo por el descaro y las ansias de experimentar y crear; incredulidad porque no era exactamente así como uno lo recordaba; pudor por la ingenuidad temeraria con que se hacía gala de excesos que se demostrarían letales. Viendo con la perspectiva del tiempo actuaciones de bandas como Derribos Arias o Glutamato Ye Ye se hace evidente que resultaba imposible prolongar en el tiempo propuestas, actitudes vitales y artísticas tan frenéticas como disparatadas. Espíritu punk reencarnado en impetuosos chicos crecidos en ciudades de provincias (sí, también Madrid era entonces la capital de una provincia grande), pose y actitud arrogante como gruesa capa de barniz con la que ocultar la pobre calidad de la materia prima musical. A la presentadora, Paloma Chamarro, le resulta imposible extraer un comentario coherente de sus entrevistados, algo que tampoco parece preocuparle. Se suceden alusiones a las drogas que consume cada cual efectuadas por personajes que más tarde verían sus carreras truncadas, también sus vidas en muchos casos, por culpa de tanto exceso. Es el componente tétrico, escalofriante, que acompaña al otro, más sereno pero inquietante, ligado al simple paso del tiempo...
El Círculo de Bellas Artes de Madrid ofrece una amplia panorámica de la evolución de la fotografía en España, desde 1830 hasta el presente. Magnífica oportunidad para asomarse al calidoscopio de brutales contrastes configurado a base de largas sombras y destellos fugaces que conforma la historia española de los dos últimos siglos. El rosario de imágenes cubre el más amplio espectro de entornos y paisajes, retratos de seres anónimos, de personajes populares e históricos, instantáneas cotidianas y singulares de los distintos regímenes políticos que han sido con sus correspondientes estratos sociales. Un vasto itinerario visual en aparente evolución reflejado invariablemente en tonos grises. Pero entre fastos y oropeles, bajo la superficie de los acontecimientos tumultuosos y trágicos, de los breves episodios de optimismo y esperanza subyace una constante: miseria e ignorancia. De nuevo en la calle resulta difícil sacudirse la impresión a mugre, a destemplanza y a ruidos de tripas que se han adherido a la retina del visitante.
...¿Y si algo así explicara la salida extemporánea, caótica y brutal, protagonizada por muchos de quienes fueron jóvenes en los años ochenta? ¿No sentirían en el fondo que debían darse prisa, que aquello no podía constituir sino un paréntesis excepcional, una anormalidad efímera y preciosa en la trayectoria de un país como el nuestro? Por una vez había espacio para asumir el protagonismo, encaramarse al escenario o rodar la película sin tiempo para aprender a afinar los instrumentos o a manejar la cámara. Había que bebérselo y metérselo todo, festejar sin parar antes de que fuera demasiado tarde... Quién sabe si, pese a todo, aquellos años constituyeron efectivamente una irrepetible edad de oro...