Arte poética
Un papel se separa del renglón. Grita un nombre sin vocales, sin maneras, sin sonidos, ni colores. Se quema en la fricción del tiempo.
El renglón se hace circunferencia. Gira, pero el giro no se percibe, gira por él, y festeja la incógnita sin palabras.. Siempre sin palabras.
Baile
Una línea del rostro se asomó por la hendidura de la puerta triste; casi como una lágrima de sangre coloreada por el sol ya desaparecido pero persistente del atardecer.
Huida la luz, el rostro se mantuvo en espera, como un péndulo.
Volví a mirar, ahora refugiado en el abrazo de la oscuridad. Te hacías miniatura en la penumbra, y llegué a confundirte con la noche. Te hacías figura sin recuerdo, y me olvidé que eras pena.
Un latido volvió tus ribetes finos, moldeados ahora por el misterio del perdón. Las curvas del cuerpo se hacían guitarra y el gemido (ahogado) una milonga.
Bailamos toda la noche, como una palabra.
Beso
Retomas el camino de piedra. Miras al fondo de la gravilla en el sendero. Un beso despiadado se revuelve en la tierra.
Qué hermoso piensas. Un beso en el camino, un beso sin dueño, un beso empolvado y deshidratado por el sol.
Lo tomas en tu mano. Lo sacudes, lo limpias con la gota última de la cantimplora anoréxica. Lo bañas con líquida esperanza que se derrama sin molduras. Estiras los labios, y el beso se hace sonrisa. Vuelve a la gravilla, y se revuelca.
Día Gris (o "Detención")
Reprochas de las luces la penumbra de la sombra dilatada. Ignoras la soltura de la bailarina en el aire, estirada.
Un reloj pensante considera detenerse. La sombra se hace luz. La bailarina se hace elástico de sombra, detenida; y grita antes de asentar el cuerpo al "siempre" de la quietud. Esbelta en la nube uniforme.
Cae el tiempo en la cabeza hirsuta, Menea las penas como caspa mal adherida. Recuerda la bailarina el horario agudo de la clase que no culminará.
Avanza el sol y se esconde, Camufla el símbolo que ya se pierde en auroras perdidas, en silencios perdidos, en perdidos perdidos de un día gris.
El garfio
Un garfio solo espera sustituir la mano destinada a la soledad, al eterno recuerdo.
El garfio no hace caricias. Ese es su sueño. Lastima con llanto la cara de la mujer: la ex de la mano.
El sol refleja la pena curvada y puntiaguda. Proyecta una media luna de luz sobre una iniciada lágrima.
El frío del metal evoca la cansada tarde en el que una caricia pulverizó los delicados dedos enamorados.
El perro y el vagabundo
Perro despiadado del adiestro. Collar sin propiedad. La basura ya no entra en el hocico, ya no se divierte en la borrachera del estómago agigantado
Una caricia te hace humano. Una lengua áspera en la mano me hace humano. Nos vamos juntos, con un solo collar.
La campana
Una bolilla de hierro tira un golpe a las paredes curvadas y oscilantes. Una onda nace de la concavidad como un bebé.
La luna se estrella contra la oscura pared del firmamento nocturno. Nadie escucha el repiquetear; la onda nace muerta
Duelo en la noche.
Homicidio
La madera astuta del cuchillo afilado hace de mango ignorante. Rezagado y en protección de las manos, se amolda a la tensión de las falanges furiosas.
La mano olvida la madera y evoca al delgado acero que no destella ante la luz eléctrica e intermitente. La lámina roja del cuerpo ajeno recubre la superficie ahora opaca de un acero olvidado del mango
Suicidio
La pastilla cruza las piernas y aguarda que el perfil se haga un rostro entero. La cabeza gira, y centra la mirada en la píldora impaciente sobre la mesada.
El vaso de agua se derrite en la expectativa. La mirada se achica en el arco oscuro del centro. El mundo se va. Vive las pastilla.
La mano empuja el botón blanco de droga mortal en la cavidad vacilante y sin palabras. El agua abraza la lengua ya muerta del equivocado tardío.
Tiempo
Encandilada impaciencia de sol agudo. Recuerdo de horas muertas del pasado. Encandilado recuerdo de sol muerto Horario agudo encandilado.
Segundo que estremece la quietud Momento vivo y resonante Golpeada lágrima retumba. El martillo del reloj persiste .
Viene, va. Espera, gira. Avanza, teme avanzar
Se lanza un reloj que aguarda. La mano del martillo ensangrentado del segundero golpea el rojo; golpea al tiempo muerto.
El eco del golpe se apaga en la maquinaria ya comenzada e indetenible del tiempo que se despliega y no aguarda.
Breve biografía
Leo de León. (Minas, Uruguay, 1983) Profesor de secundaria en Lengua y Literatura. Columnista de la revista cultural ISCARIOTE de la ciudad de Maldonado y colaborador del diario PRIMERA PÁGINA y SEMANARIO MINUANO de su ciudad natal. En el año 2005 se le ha otorgado el tercer premio en el certamen nacional de poesía y cuento breve "Durazno, corazón cultural de los orientales". Su narrativa incursiona en el laberíntico escenario de vanguardia, sus personajes son casi siempre anónimos y se incorporan a una dimensión enunciadora post-muerte. Su poesía es reciente, y recurre a la utilización de imágenes oníricas, y al despiadado uso de la hipálage. Vive en la ciudad de Minas desde que nació. Nunca ha salido de su país. Actualmente dicta clases, escucha a Bruch, y lee exhaustivamente a Borges.