Literatura

Cartas del Norte

Entrevista a Cristina Peri Rossi

josé luis garcía

Introducción

Cristina Peri Rossi Cristina Peri Rossi nace en Montevideo (Uruguay) el 12 de noviembre de 1941 y se exilia a España en 1972. Estudia música y biología y es graduada en Literatura Comparada. Tras una primera fase, larga, dolorosa, totalizadora, en la que tarda casi diez años en hacer de su experiencia personal y comprometida una alegoría, cae en una nueva dictadura que ella denomina la del amor, de la que le salva la ironía y la ternura, la pasión por la palabra cercana y vibrante que nos remite a una continua exploración de los sentimientos y los hechos cotidianos. Su obra narrativa comprende Viviendo (1963), Los museos abandonados (1968), El libro de mis primos (1969), Indicios pánicos (1970), La tarde del dinosaurio (1976), La rebelión de los niños (1980), El museo de los esfuerzos inútiles (1983), La nave de los locos (1984), Una pasión prohibida (1986), Solitario de amor, Cosmoagonías (1988), La última noche de Dostoievski (1992) y Desastres íntimos (1997). De su obra poética destacan Evohé (1971), Descripción de un naufragio (1974), Diáspora (1976), Lingüística general (1979), Europa después de la lluvia (1987), Babel bárbara (1991), Otra vez Eros (1994), y Aquella noche (1996). Ha publicado también un ensayo titulado Fantasías eróticas (1990).

Luis García.- Cristina Peri Rossi, ¿poeta antes que narradora o narradora antes que poeta?.

Cristina Peri Rossi.- Soy una escritora total (también he publicado ensayos y más de mil artículos periodísticos), novelas y relatos. No siento ninguna incomodidad al pasar de un género a otro; en alguna de mis novelas, hay fragmentos enteros escritos en verso, y ciertos poemas -sólo algunos- son narrativos. Desde el romanticismo (que tuvo muy poca influencia en la literatura española) la diferencia de géneros fue considerada una limitación. Ahora se publica mi Poesía reunida, alrededor de 800 páginas, pero Lumen tiene previsto, también, publicar mi narrativa completa. Y hay un volumen, titulado El pulso del mundo, editado en Uruguay por la editorial Trilce y en México por La Universidad Autónoma de México que reúne cerca de cuatrocientos artículos periodísticos escritos en los últimos treinta años. No me produce melancolía ver mi obra reunida, porque soy consciente de que seguiré escribiendo y publicando; de chica, me emocionaba ante un volumen de un poeta que reuniera toda su poseía. Era muy glotona, leyendo.

L. G.- ¿Cómo ha evolucionado su poesía desde que abandonara Uruguay camino del exilio barcelonés?

C.P.R.- Mi primer libro de poemas, Evohé (grito de las bacantes en las ceremonias báquicas) era claramente, desafiantemente erótico y causó muchísimo revuelo en Montevideo, ciudad donde nací. Especialmente porque era un libro transgresor, opuesto a la moralina burguesa y a la moralina de la izquierda. Es un libro inencontrable, en España, pero ahora, en la Poesía reunida, se puede leer. Entre Evohé y Estrategias del deseo (mi ultimo libro de poemas) han pasado más de treinta años, y sin embargo, son libros muy emparentados, muy circulares; eso quiere decir que he sido fiel a ciertos temas (la pasión erotica, el deseo femenino, la ironía, la exaltación libidinal) aunque el exilio me inspire otras emociones, otros sentimientos y una temática completamente diferente. Hay libros míos muy líricos (Descripción de un naufragio o Babel bárbara) y otros muy secos, cuya fortaleza está justamente en la ausencia de lirismo, como Estado de exilio. También he escrito por amor a las ciudades, como Europa después de la lluvia, dedicado a Berlín, la ciudad del muro.

L.G.- ¿Y cómo se ha ido decantando hacia una poesía más social, más comprometida?.

C.P.R. Creo que un libro erótico como Evohé es tan comprometido como Estado de exilio; la diferencia es con qué se comprometen. Las palabras son enjuiciadoras, no hay manera de que dejen de decir, por lo tanto, hasta la llamada literatura de evasión está comprometida, en este caso, con el ocio o el entretenimiento.

L.G.- ¿Considera que el escritor debe tener una postura ética, quizás combativa, con relación a los acontecimientos de su alrededor?. Me viene a la cabeza la guerra de Irak, por ejemplo....

C.P.R.- Ser ciudadan@ consiste, precisamente, en comprometerse con el gobierno de la polis, manifestar su opinión, sus sentimientos. Da lo mismo si es empleado de banca o escritor; la diferencia es que los escritores poseemos el instrumento de la palabra, y la palabra tiene un poder de convicción, de persuasión más influyente que el vendedor de seguros o el medico. Por lo demás, la literatura me parece, muchas veces, una rama de la ética (no de la moral), dado que enseña, muestra, describe, analiza: formas todas del conocimiento, y el conocimiento es el bien más preciado de una comunidad y de una especie.

L.G.- ¿Qué ha representado el exilio en Cristina Peri Rossi tanto en lo literario como en lo personal?.

C.P.R.- La vida es viaje experimental hecho de manera involuntaria (así la definió Fernando Pessoa en El libro del desasosiego). En medio de ese viaje, tuve que exiliarme, y fue uno de los dolores más intensos de mi vida. Como la escritura, el exilio me atravesó (hermosa palabra que le robamos, esta vez, al psicoanálisis y a los barcos, dos fuentes de inspiración). Si se sobrevive el tiempo suficiente (en mi caso, treinta años) es posible atenuar ese dolor y que dé fruto. En todo caso, es mucho mejor que ser arrojado desde un avión al mar, ser torturado o preso.

L.G.- ¿De quien se siente más cercana poéticamente?

C.P.R.- De los poetas menos retóricos: Safo, Catulo, Bécquer, Homero Aridjis, José Emilio Pacheco, Angel Gonzales, Caballero Bonald, Jaime Gil de Biedma, Wallace Stevens, Alejandra Pizarnik.

L.G.- Porque hablar en su caso de capillas literarias... Usted no acostumbra a participar en saraos poéticos.... ¿Por qué?.

C.P.R.- Detesto el capillismo, las cofradías, el sarao. La poesía necesita de las emociones, no del tinglado. Además, el capillismo me aburre soberanamente.

L.G.- Poesía de la experiencia, poesía del silencio.... ¿cree usted que hay cabida para tanta escuela, si se la puede llamar así?

C.P.R.- Hay buena poesía. Las escuelas son etiquetas que colocan algunos críticos y algunas camarillas.

L.G.- ¿Qué ha representado para usted el participar en un proyecto como Poemas para cruzar el desierto?

C.P.R.- Una satisfacción y una alegría. En esa antología se recoge de la voz de poetas marginales (la poesía casi siempre se escribe en los márgenes, citando a Michaux) comprometidos con una realidad fea, dolorosa, a veces cruel, pero siempre intensa, una poesía del fracaso y de la melancolía, o sea, romántica. Es cierto que a veces puede resultar una pose, pero cuando lo es, se nota. La poesía admite la ficción, pero no la hipocresía. Además, estoy muy orgullosa de participar en una antología donde no aparecen ni una sola vez las siguientes palabras: mieses, alba, espiga o trigo.

L.G.- Es bien conocida su amistad con Cortazar, una ausencia demasiado notable... ¿ha influido en su obra?

C.P.R.- Me hubiera gustado muchísimo que Julio viviera lo suficiente como para leer mi novela La nave de los locos, que empecé a escribir un verano que compartimos, en Deia. Sé que le habría gustado y que la habríamos disfrutado juntos. Pero no es en mi obra donde más siento su ausencia, sino en la vida: me faltan sus cartas, sus llamadas telefónicas, nuestros paseos por Barcelona o por París, y, en especial, me falta su cariño.

L.G.- ¿Vivimos Buenos tiempos para la lírica?

C.P.R.- Los editores dicen que no; mi experiencia es que sí, cuando leo frente a pequeños auditorios observo que escuchan con empatía, con emoción. Creo que hay que volver a las lecturas públicas

L.G.- A pesar de que la critica siempre la ha tratado con sumo respeto, nunca ha alcanzado las cifras de ventas de otros colegas.... ¿a qué cree que es debido?.

C.P.R.- A que no me importan las cifras de ventas. Hace veinte años, una famosa editorial me ofreció su premio literario por una novela que acababa de escribir (La última noche de Dostoievski). Pero me pedían que realizara ciertos cambios en el texto original, para hacerla más vendible. Era mucho dinero para mí, una exiliada sin casa, sin otras formas de ingreso. Pero lo rechacé. Sigo sin tener techo y quizás, contado ahora, quince años después, parezca una ingenuidad de mi parte: muchos de mis colegas la habrían reformado, para obtener el premio. Pero yo escribí la novela que quería escribir, y esa fidelidad, también me da satisfacciones. El nivel literario de los libros que alcanzan altas cifras de venta no suele interesarme.