La Habitación Roja
Con el paisaje noruego al fondo, LHR ha publicado un mini álbum de nueve canciones grabadas en Escandinavia durante enero de este año. Las canciones destilan intimismo sin caer en el acaramelamiento, y cada una dibuja un sonido casi autónomo, a diferencia de lo que sucedía en Nuevos tiempos, donde la producción de Steve Albini perfiló un bloque compacto. Es un disco muy diferente del anterior donde he visto amores ambiguos, melancolía y paso del tiempo, remordimientos, recuerdos y heridas sin cerrar. También optimismo (pajaritos incluidos) en el último corte. Hay baladas y temas rápidos, destellos electrónicos y ese mimo por las guitarras marca de la casa. Para mi gusto, las mejores son "La vida es sueño", que progresa despacio para dar tiempo a cada idea, y "Cada vez está más claro". Excepcional me parece "Ella dice", canción frágil como una nana que dibuja entre nieblas un personaje femenino barnizado de una intensa ambivalencia que camina por la sendas cruzadas de la inocencia y la maldad. Ese onirismo planea también en las ilustraciones de Ainhoa Montilva, algo así como buceadores de cuatro patas por las aguas de los sueños, palabra que está en el título y se repite en el disco. Las letras me resultan menos compactas que en Nuevos tiempos, pero quizá responden al tono casual que parece haber inspirado todo el disco. En el libreto, una hermosa leyenda escandinava y citas de Pedro Salinas sobre los sueños y de Arthur Rimbaud, aquel francés que se perdió viajando por tierras que todavía hoy nos parecen imposibles.
La Buena Vida
Como de LBV está dicho casi todo, quizá lo mejor es recomendar el disco y callarse. Los de San Sebastián han facturado un disco repleto de arreglos de cuerda, piano y fronteras emocionales. Si hablo de brumas, caigo en el tópico, así que prefiero referirme a la luz de "De nuevo en la ciudad", con su flauta, sus escalas ascendentes y su optimismo rejuvenecedor. Como si Irantzu y Mikel estuvieran realmente de verdad alegres y se vistieran de estreno para pasearse por las plazas y avenidas. Esa claridad de sentimiento es quizá la excepción en un disco que sigue regalando joyitas tan ambiguas como "Ayer te vi", donde la música va hacia una emoción, la letra hacia otra y el conjunto es perfecto. Después está esa escena nocturna tan de la casa (pienso en "Nada debería fallar" de Álbum), cuyo estribillo le ha parecido a alguno (a mí no) ñoño. Y si no, basta recordar la tristísima certeza de la última estrofa. Eso sí, echo en falta textos tan imaginativos como los de un "Un actor mejicano" o "Los planetas", que estaban en su disco anterior. Resumiendo: me ha parecido ver sujetos en apuros, amores imposibles, tipos que parten, insomnios, dolor por el duro tiempo que pasa, viajes interiores y meses preferidos, algún triángulo y un soñador irredento, en un extenso disco cuyas letras hacen soñar a quien las escucha si tiene suficiente imaginación para llenar los huecos con su propia sensibilidad. Y me temo que, de nuevo, he caído en el país de las brumas.
Antonia Font
Con "Batiscafo Katiuscas", lo último de Antònia Font, he planeado, he danzado, he cerrado los ojos, me he reído, he practicado un poco el catalán de Mallorca y he disfrutado como un bobo. El disco tiene su punto conceptual como lo tenía Taxi (2004), porque en el segundo tema hay un catedrático llamado Yuri Puscas que se sumerge en un batíscafo camino de las profundidades oceánicas. Tampoco puedo decir mucho más porque no controlo el catalán, y me fastidia, porque los textos parecen ser de calidad literaria por sus cuatro costados. En las descripciones llenas de destellos de luz y reflejos marinos, en las escenas simples y extrañas, en las enumeraciones caóticas, en el surrealismo de pasta de dientes y airgam-boy... me ha parecido hallar un genio poco común en nuestra literatura musical pop. Antónia Font demuestran imaginario, conexión y mirada. De todos modos, si queda alguna duda, cuento una anécdota: una mañana de junio con poco trabajo puse el disco en la oficina. Algunos compañeros de despachos cercanos se fueron acercando despacio para preguntarme qué era aquello que sonaba. Como ellos no tienen ni idea de catalán, supongo que preguntaron por la música. Y eso que no llegaron a tiempo de escuchar el recitado de Tonto, un texto de Julio Cortázar cuya inocencia y sabiduría, chelo incluido, es para enseñar como un tesoro a los amigos a los que se quiere.
Julio de la Rosa
En castellano se publican todavía trabajos que te obligan a bajar las persianas, olvidarte de todo durante cuarenta y cinco minutos y escuchar atentamente música y texto. Julio de la Rosa compuso "Las leyes del equilibrio" como un disco que narra una oscura historia de amor y muerte en un escenario urbano: luces de neón, locales de sexo de pago, autovías, parques... La música se adapta al ambiente de cada texto, la escucha debe ser atenta para no perderse ningún ruido, ninguna secuencia, ninguna voz, ninguna eco. De la Rosa confesaba hace meses su respeto por Capote, Carver o Highsmith, es decir, clásicos de la literatura estadounidense que saben mirar y contar su realidad. Para seguir este relato de Manuel se recomienda una escucha paciente y repetitiva, con los ojos cerrados y tumbado. Los detalles de cada frase van uniendo el rompecabezas hasta que la historia se aclara y las atmósferas te envuelven