En domingo
traen la carga de árboles muertos
que han de dar fruto en mis infiernos.
Sus semillas son lápidas que se dejan caer
en los lugares comunes de mis paseos.
Las avenidas que solo cruza mi fiebre.
La Calle Mayor engrandecida y muda
tras mis pies descalzos.
Las piedras ligeras de la Catedral
cuando te pienso.
Los asedios de los perros en los parques
sin motivo, y más adelante
los niños que juegan al ping-pong de medianoche
con el hinchazón blanco de la Luna.
Mis infiernos también se sientan con los jóvenes
que escupen palabras tan amargas
como lo que han mascado en vida,
y también junto al viejo que lucha sin remedio
por no dormirse en el banco de aluminio.
Mi infierno lleva por bufanda
tu ombligo a lo lejos,
porque los infiernos también tienen frío
cuando las lágrimas parecen tener ya siempre
el mismo significado.
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No supimos atrapar el beso
ni vivir en el reguero blanco
que nos alargaba el verano. Piel y manzana.
Ahora hacemos inventario
de las heridas y hierbajos
en la piedra arenisca de la catedral
y trazamos rutas por donde esquivar
los muros sin luz y
esa gran nada que se nos planta delante.
Siempre vivimos donde el mar se cargó la cosecha,
donde los trenes parecían pelotones abocados al óxido,
donde los cachalotes que dibujabas de niña
no lloraron al sentirse varar.
Ahora en mis ojos,
cruzando la ternura,
vagan humos y sombras.
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Emili Sánchez Rubio, poeta, editor, artista según el modelo renacentista. El poemario "Pájaros de plomo" se publicará, en breve, por el Ateneo Obrero de Gijón dentro de la colección "Zigurat".