Otros: CINE

Mi psicoanalista dice

Pepa Llausás

Mi psicoanalista dice que la culpa no es mía, pero no se preocupe usted, ponga tres céntimos en la ranura y vera la vida color de rosa.

Doy clases de guión, entre otras cosas. Eso quiere decir que no sólo soy responsable de fabricar sueños que soñarán otros; además soy responsable de enseñar a terceros como fabricar sueños con los que tienen que soñar otros.

El cine desde dentro y lo que los espectadores se imaginan que es el cine desde sus rojas butacas de falso terciopelo se parecen lo mismo que una sandía a un centollo; los dos son duros e impenetrables por fuera y ante la visión de ambos se nos hace la boca agua. Eso es todo. Por lo demás, los fabricantes de sueños, si queremos conseguir que usted lo sueñe bien, debemos mancharnos las manos ejecutando operaciones a corazón abierto de ese divino monstruo devorador, carente de consciencia de sí mismo, que al más puro estilo de Crono se come a sus hijos al tiempo que los genera: el público.

El público es una bestia parda que se mueve siempre aprovechando la nocturnidad y alevosía que le prestan las salas y bajo su manto de anonimato tira la piedra y esconde la mano. Como el niño malcriado que es, el público se las arregla siempre para no ser responsable de nada acusando con un descaro aprendido en la pantalla a culpar a otros, quienes sean, no importa, mientras le permita salir ileso.

Es curioso como la vieja teoría de la "Mano Negra" que desde algún oscuro y recóndito rincón detrás de cualquier medio de comunicación de masas nos manipula y controla dirigiendo nuestras vidas, es curioso como sobrevive al paso de las generaciones y el tiempo. Teoría sacada también de otros varios fabricantes de sueños que ustedes no ven, no quieren ver. Pero lo cierto, (y no olvidemos que es la realidad la que sueña y no al revés), lo cierto es que nosotros no les enseñamos más que lo que quieren ver, lo que de verdad, sincera, real y profundamente están deseando ver. No lo que verbalizan que quieren ver.

Hace décadas, más de cuatro y más de cinco, que comenzamos a tomarnos muy en serio eso de la comunicación y descubrimos que el obvio objetivo de la misma es conseguir que aquello que tú quieres decir, y no otra cosa, sea lo que interprete tu interlocutor. Así que, aprendimos que lo más importante en comunicación es aprender a escuchar. Y escuchamos. Escuchamos, escuchamos y escuchamos. Escuchamos permanentemente porque lo que nos importa ahora ya no son los mensajes sino la cantidad de gente que nos escucha. ¿Cómo se hace para camelarse a un niño? Se le cuenta aquello que quiere oír.

Ni el cine, ni la televisión, ni los grandes medios van por delante de nada; más bien van por detrás. Lo cierto es que, si los mira bien, se dará cuenta de que está ante un inmenso e increíble espejo que, como en los cuentos, sólo dice la verdad. Es el reflejo sin tapujos de un público que constituye una sociedad a la que en una conversación de tú a tú no pertenecemos ninguno de nosotros. Nadie ha tirado la piedra. La culpa es de los medios que nos engañan, nos manipulan, nos utilizan. Seguro que los rankings de audiencia y las entradas vendidas en taquilla no tienen nada que ver, o peor, hay alguien que se las inventa. Resulta interesante y difícil de entender porqué será que las películas de acción o las comedias románticas arrasan las taquillas cuando todos nos pasamos la vida quejándonos de que nadie hace películas llenas de elevado contenido intelectual y trascendente. ¿Qué extraño fenómeno explicará el porqué esas escasas películas de elevados contenidos acaban siendo un rotundo fracaso económico o, como mucho, pasan por taquilla con más pena que gloria?

"El público" ese ser amorfo y escurridizo del que todo el mundo ha oído hablar pero que nadie conoce, juega sus cartas desde un perfecto y seguro lado del campo en el que nadie va a mirarle a los ojos, en el que nadie va a hablarle a la cara y en el que está exento de el más mínimo atisbo de responsabilidades.

Pero, lo cierto, lamento informarles, es que nosotros, los ocultos, facinerosos, hábiles y expertos fabricantes de sueños no hacemos nada más que mirarles a los ojos y darles, exactamente, la gominola que están esperando recibir. Les informo de que jugamos, sí, pero es que esa es nuestra responsabilidad, la de fabricar hermosísimos y tentadores campos de juego. Nadie te lo va a decir, porque todos tenemos miedo del fantasma de "la pérdida de audiencia", pero sabemos que estáis ahí, sabemos quienes sois y sabemos lo que queréis. No tenemos la culpa de que no seáis capaces de asumir vuestras propias responsabilidades, pero, francamente, tampoco vamos a hacer nada porque la situación cambie. Usted sólo recuerde que, si pregunta, verá como su psicoanalista le dice que la culpa no es suya, pero por si tuviera la más mínima duda, meta tres céntimos en nuestra ranura y haremos que vea la vida color de rosa. Bienvenido al cine, recline su butaca y acomódese, vamos a jugar a soñar, que, a fin de cuentas, la vida es un sueño y los sueños, sueños son.