Opinión

¿Medias naranjas o naranjas enteras?

Inés Matute

resonancias

El amor es condición necesaria pero no suficiente para vivir en pareja. Dicen los entendidos que el principio fundamental para la armónica convivencia en pareja parte de dos personas autónomas, independientes y enteras, que se eligen en libertad y responsabilidad (y yo subrayaría ambos términos) pero, ¡ay!, somos seres demasiado contradictorios para ceñirnos al manual. En ocasiones nos sentimos atraídos por una persona independiente y no sometible, puesto que el nervio asalvajado despierta nuestra más rendida admiración. Pero, ¿qué se oculta tras nuestro ciego amor? El deseo de poseerla al completo. Nuestros deseos más ocultos chocan contra este tipo de personalidad, dado que alguien completamente independiente sólo puede ser gozado o amado, nunca poseído. Cualquier intento por nuestra parte en aras de la anhelada posesión sólo logrará hacer huir a quien no desea verse sometido o, en caso de que se deje "domesticar", automáticamente dejará de ser objeto de deseo. Pero decir pareja no es decir amor. Hay parejas que se limitan a acompañarse, a compartir piso, hipoteca, hijos y actividades sociales; el amor profundo mostrado en conductas amorosas diarias de comunicación, cuidado, responsabilidad y compromiso está ausente. Así las cosas, la pareja no debería ser una finalidad en sí misma, sino una opción de crecimiento personal. Si el hecho de vivir con una determinada pareja nos cierra y nos aplasta contra la pared, si por mantener esa relación abandonamos parte de lo que somos, si nos apagamos, si nos acomodamos... decir pareja no será decir amor. Ni amor por nosotros mismos ni amor al prójimo ni amor al mundo, pues también éste se perderá nuestra aportación individual en forma de energía creativa. Creo yo.