El mundo de la música pop-rock ha dejado enormes influencias sobre la moda, la imagen y la estética, aunque parece que nadie realmente ha querido reconocerlo pero la realidad es más que evidente.
El cuero negro y la ropa tejana y vaquera fueron popularizados por los rockers de los cincuenta, lo cual venía acompañado de tupes, gomina y patillas. Estos muchachos además llevaban botas camperas y no sólo para andar en el campo sino que las trasladaron a las ciudades. Los trajes se llevaban anchos y sin corbata, con los cuellos de la camisa por fuera y por encima de las solapas. Ejemplos de esta estética son los protagonizados por Elvis, Buddy Holly, Chuck Berry y Eddie Cochran.
Llegan los primeros sesenta y el pelo se alarga en forma de flequillos. Los trajes se ajustan y son de rayas en un aire totalmente británico, se popularizan los jerséis de cuello alto y los botines de cuero. Todo era muy beat y muy mod. Basta con comprobar las primeras fotos de Who, Beatles, Stones, Animals y Kinks para identificar lo expuesto.
Llegados a la segunda mitad de los sesenta, triunfa el folk y la psicodelia y el personal hippie se dedica a dejarse el pelo largo, muy muy largo, alargándose también las barbas y ensanchando los pantalones hasta convertirlos en patas de elefante. Además se populariza la estética asiática y oriental con pareos, pañuelos budistas y de flores, camisas chinas de cuello Mao , cintas en el pelo y mucha joyería hindú y nepalí. Las chicas llevaban o maxi-faldas de la India de vivos colores o minifaldas sugerentes con botas larguísimas de cuero. Fruto de lo expuesto fueron Grateful Dead, Neil Young, Pink Floyd, Jefferson Airplante y muchos más.
Llegan los setenta y aparecen el rock duro, la música disco y el glam. Los negros deciden dejarse el pelo largo pero en redondo y sienten una especial atracción por el satén, los trajes de colores fuertes y los collares de perlas. Es la época de Diana Ross, "Jackson Five", "Earth, Wind an Fire" y "Boney M". Otros personajes de color jamaicanos se dejan largos dreadlocks, trenzas de pelo rizado sin peinar que han creado tendencia hasta nuestros días, me estoy refiriendo a los músicos de reggae cuyo máximo exponente fue Bob Marley. Aparecen también los freaks que eran una mezcla de hippies, motoristas y seguidores del rock duro y las guitarras eléctricas con una estética agresiva, vaquera y fuerte, generalizándose las largas melenas como fue el caso de Led Zeppelín, Deep Purple, Lynyrd Skynyrd, Gran Funk, Frank Zappa y muchos más. Por otra parte empiezan a aparecer seres obsesionados por el maquillaje y la estética de la lentejuela, las plumas y sobretodo los zapatos de plataforma de claro carácter andrógino; me estoy refiriendo a músicos como Bowie, T Rex, Slade y Kiss.
Llegados a esta amalgama de moda y música, se cae en una especie de espiral descontrolada en cuanto a la estética para acabar en una ruptura brutal a partir de 1977 protagonizada por los punks. Los punks como Sex Pistols y Clash se cortan el pelo y se lo dejan en punta, tiñéndolo de colores amarillos, naranjas o azules. Vuelve la estética rocker de los cincuenta con cazadoras de cuero, camisetas de mensajes agresivos y empiezan los imperdibles, algunos clavados incluso en la cara.
Los ochenta se obsesionaron por alejarse de la estética de los sesenta y de los primeros setenta para partir del punk hacia territorios mucho más obscuros y siniestros, con maquillajes blancos, labios negros y atuendos tipo conde drácula con cinturones de clavos y botas de latex. Frente a este grupo tan duro aparece los coloristas seguidores de la música pop y de los nuevos románticos con peinados sofisticados, colores chillones y estrafalarios, pantalones de pinzas y camisas anchas. De los primeros el mayor ejemplo son The Cure y de los segundos Culture Club. Aparece también unas particularidades en la estética del heavy metal ya que siguen con cazadoras de motoristas pero con estrechísimos pantalones y zapatillas John Smith, dejándose el pelo largo aunque arreglado y cardado tipo Europe.
Llegan los noventa y sobresalen a principios de la década dos tendencias; una que parte de los ochenta y otra que parte de los setenta.
La que parte de los ochenta la protagonizan raperos y seguidores de la música hip hop que se dedican a ponerse pantalones anchísimos, chándales, camisetas deportivas tipo jugador de baloncesto de la NBA y zapatillas espectaculares, todo ello acompañado de gorras made in USA. La realidad es que muchas concentraciones de aquella época que siguen en la actualidad, en este país y en otros lugares de Europa, parecen protagonizadas por puertorriqueños o por muchachos del Bronx. Un ejemplo de esto es Public Enemy y Beastie Boys.
La otra tendencia, parte de los setenta, en cuanto influencias, aunque ésta sí es puramente de los noventa me estoy refiriendo a la estética Grunge. Ir desarreglado se convierte en moda. Se produce un cruce entre la estética hippie y los vagabundos. Aparecen chaquetas de lana y jerséis de mangas muy largas y con rotos y desgarros, las camisas se ponen sin planchar, el pelo vuelve a alargarse sólo que ahora no se lava, vuelven los vaqueros desgastados de pata ancha y las sandalias. Fijaros en los componentes de Nirvana y demás fauna musical de Seattle.
A finales de los noventa y en el siglo XXI se van produciendo propuestas más radicales basadas en los pendientes, pearcings y clavos así como en tatuajes que cubren gran parte del cuerpo. Es la estética del heavy trash y de seguidores de grupos como Sepultura o solistas como Marilyn Manson.
Contra todo pronóstico y por el signo de los tiempos con clara tendencia retro en el siglo XXI. Se produce una vuelta a la estética hippie con patillas, pelo largo, chaquetas de ante marrón y de pana así como pantalones de pata ancha aunque con menos colorido que en los sesenta. Esta estética es muy ecléctica y la llevan a cabo grupos de influencia country, blues y rock duro marca stoner. Dentro de este mundo están Mule, Johny kaplan , Jet, Hellacopters, Black Crowes o los Screaming Cheetah Weelies.
Lo expuesto es una realidad estética e histórica y curiosamente no programada o comercial sino absolutamente improvisada, fruto de la música y que tiene su causa en la fidelidad de los seguidores hacia unos grupos y estilos musicales que se convierten al final en estilos de vida, tanto de fondo como de forma.