La casa, aún más que el paisaje, es un estado de ánimo
Gaston Bachelard
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El escultor norteamericano David Hammons nos dice que el arte es una manera de evitar que el mundo exterior nos haga daño, de mantener alejada la energía negativa. En ese mismo sentido las piezas de Carmen Baena dominadas por la figura central de la casa, parecen subrayar esa idea de protección que puede brindarnos el arte. También la concepción de la casa en Gaston Bachelard, pensador leído y analizado por Carmen Baena, está íntimamente ligada a imágenes de protección e integridad psicológica. Para él, además, la casa actúa como un poderoso resorte simbólico y como uno de los mayores poderes de integración para los pensamientos, los recuerdos y los sueños del hombre. La habitación y el hogar son el reflejo de la condición de nuestra alma.
La casa es, por tanto, el lugar sobre el que se sustenta el imaginario de Carmen Baena. Su estructura cerrada y el espacio que la circunda se convierten en una referencia íntima de la autora. El hogar constituye también un símbolo femenino, por lo que es posible una lectura más amplia de este elemento, una lectura articulada según el imaginario femenino y las especificidades de su posición en tanto que sujeto creador. La casa, como diría el poeta simbolista Juan Eduardo Cirlot, se transforma en cuerpo, y Carmen Baena como la diosa prehelénica Hestia se convierte en la abstracción del hogar.
Como consecuencia fundamental de la creación de este lenguaje introspectivo, la acción exterior queda sustituida por la interiorización. Carmen produce casas sin ventanas, sin solución de continuidad entre un exterior y un interior, sin posible contaminación de agentes externos perturbadores.
Sus casas son espacios compactos, breves poemas, legibles y delicados, que al modo de los haikus encierran en un fino horizonte de imágenes la profundidad extraordinaria de la existencia.
Sus casas son tiempo detenido en la geometría de la piedra.
Mi casa no tiene puertas,
Ni ventanas,
Tiene amaneceres.
Eduardo Zambrano