ARTE : Transversales "Edward Hopper y el ocaso del sueño americano" adolfo vásquez rocca
Tras el creciente interés concitado por la pintura de Edward Hopper quien ha sido elevado a la categoría del artista norteamericano más representativo del siglo XX cabe preguntarse por las causas de este fenómeno, más aún cuando Hopper como artista no fue nunca un revolucionario: ni en su técnica pictórica, ni en su lenguaje artístico, ni, tampoco, en la elaboración intelectual que se hallaba tras sus telas. Hopper fue más bien un conservador1, incluso un reaccionario2 ; el concepto aplicado a su pintura, american scene painting, refleja a la perfección su mundo: un universo en el que no tenían cabida las rupturas de la abstracción y las inquietudes vanguardistas de la pintura europea. Sin embargo, aunque Hopper no lo supiese, lo que pintaba era un mundo sin salida, donde sus habitantes estaban atrapados. Todos sus cuadros parecen encerrarse en una impotencia tranquila, resignada, que fluye desde el rostro de las figuras solitarias o se disemina por las escenas urbanas.
En Drug Store, de 1927, vemos una farmacia, un almacén, en una esquina. Es de noche, y el establecimiento está iluminado por unas lámparas en el porche, y por las luces del escaparate. Se adivinan las sombras de la calle. La quietud rompe el color del aparador. No hay nadie, todo está vacío. Hopper nos muestra la América de la gran depresión, y, después, la del triunfo del capitalismo, pintando, sin saberlo, el hombre sin atributos, el ciudadano sin sueños, el ser humano sin horizontes, atado al tedio infinito que sienten esos dos bañistas recogidos en Sea Watchers. Esos Halcones de la noche que pintaba Hopper en Nighthawks, esos noctámbulos, son unos náufragos perdidos, ensimismados, refugiados en su propia soledad, en su impotencia vital, que soportan una condena más dura que su aislamiento, pese a que los veamos a veces en sus estancias soleadas, pese a la alegría aparente que se asoma por las ventanas. Hopper quería pintarse a sí mismo, pero nos enseñó, sin pretenderlo, la putrefacción del capitalismo, el sueño americano encerrado en un frío restaurante o en una sórdida habitación de hotel.
En la obra de Hopper se deja entrever una profunda soledad, las inclinaciones thanáticas que yacen debajo del optimismo americano; la decrepitud del capitalismo tardío, el pesimismo postmoderno ha decretado la muerte de toda tentación de cambio social, de la idea misma de progreso. Hopper es un lúcido testigo de la gran Depresión, el primer pintor americano en retratarla. El texto que constituye el prólogo natural de estas pinturas no es otro que el de Herman Melville, las primeras páginas de Moby Dick: Apostados como centinelas silenciosos en toda la ciudad, permanecen inmóviles en la contemplación oceánica Pero son todos terrestres; de día, encerrados entre madera y argamasa, atados a mostradores, clavados a los bancos, ligados a las mesas. ¿Cómo es esto? ¿Han desaparecido los campos verdes?.
Así, Edward Hopper es el primer pintor norteamericano en contraponer al regionalismo sentimentalista de los años 30 el realismo de calles vacías, de casas solitarias, de ciudades anónimas, de gasolineras abandonadas. De los perfiles velados por la melancolía y el clima, de la así llamada American Scene, fría e impersonal, como si el lienzo fuera el registro agujereado por la descarga a quemarropa de dos gangsters al amanecer.
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1 Tras asistir a una escuela de arte para publicidad, inició sus estudios de en la New York School of Arts y posteriormente viajó a Europa entre 1906-1910, interesándose por el impresionismo, especialmente Degas y Manet, y la pintura barroca holandesa liderada por Rembrandt y Hals. Abandonará temporalmente la pintura en 1915 para realizar durante casi ocho años numerosos grabados. Recuperó la actividad pictórica y realizó diversas exposiciones con las que cosechó importantes éxitos, convirtiéndose en el líder de la llamada escuela realista americana. Hopper se interesará por escenas de la ciudad y el campo dotadas de acentuado simbolismo, en las que la soledad y el erotismo están casi siempre presentes. La tristeza y desesperanza de sus personajes será otra de las características de su pintura, sin renunciar al estudio de la luz y el color, acercándose a la fotografía como se aprecia en su obra más reproducida "Halcones de la noche".
2 Tras la consolidación de la New York School, y la action painting con Rothko, Pollock, y De Kooning, Hopper se compromete con los grupos artísticos que, en los años cincuenta, se oponen a la abstracción, luchando así, contra el así denominado arte moderno.