OTROS : "Lecciones de gastronomía" inés matute

Era toda una experiencia comer en casa de Tobal. Lo mejor llegaba a los postres, cuando el padre bramaba aquello de “Paquita, trae el melón y el cuchillo que mató al chino”. Creo que fueron seis los melones que tuve que zamparme antes de tragarme la vergüenza y preguntar por el origen de aquella enormidad de artefacto. Entonces se me explicó que Don Cristóbal había “requisado” el cuchillo en los juzgados donde trabajaba. El cuchillo, debidamente clasificado y etiquetado, se guardaba en un anaquel del sótano en su condición de arma homicida. Al parecer era una práctica harto frecuente “levantar” ese tipo de objetos cuando su valor iba más allá de lo meramente histórico. Vamos, que el cuchillo molaba mazo, aunque una nunca supiera si iba a llegar al café o si aquella apacible comida acabaría en plan La matanza de Texas. Y me pregunto yo si no sería bueno guardar y etiquetar en un sótano los pijos de todos los violadores en serie. En su condición de arma agresora, se entiende, que nadie lo tome por fetichismo. Y hacerlo introduciéndolos en sendos tarros de formol, para que la cosa quede bien tiesa y pueda luego usarse como pisapapeles o consolador hiperrealista. No, no desvarío. Lo que ocurre es que estoy pensando en la gracia con la que la Generalitat trata a sus presos. Esa gracia sin gracia que les conduce a facilitar Viagra a un violador para que en los vis a vis pueda cepillarse a su churri – Nena, no sé de qué vas, pero para beneficiarse a un violador en serie hay que tener tragaderas-.Con el rollo de ser políticamente correctos y más guays que un sueco por bulerías, nos estamos pasando de papanatas, y empezamos ya a dar asquito. Una cosa es tratar a la chusma como se la trata en Guantánamo y otra cuidarles el pito como se cuida a una reliquia. Algunos violadores, concientes de que la violación se lleva en la cabeza y no entre las piernas, han pedido la castración química. La respuesta ha sido contundente: no sólo no se os privará de la pinga, sino que encima os proporcionaremos una erección de órdago, por aquello de no perder la práctica, que ya se sabe que la violación es el delito que acusa mayor reincidencia y no es cuestión de que volváis a la calle desentrenados.

Obsérvese la paradoja: Si a usted, ciudadano de pro, no se le levanta, se verá obligado a rascarse el bolsillo y a buscarse la vida vía pastilleja. Si por el contrario está usted preso, será Viagramado gratuitamente dado que el milagro lo financian, a través de sus impuestos, los padres de las chicas violadas, que eso de ser rencoroso es una cosa muy fea y no queda nada europeo. Como hoy tengo ganas de sincerarme, os confesaré una nadería: soy antropófaga. Mi padre también lo era, su especialidad eran las fámulas de provincias. Mi plato favorito son los nadadores de water polo al ajillo, y no acabo de merendarme a uno cuando ya se me apetece otro. A mi padre lo pillaron con la nalga de una extremeña en la boca, muy buena chica ella, aunque un poco correosa. Desde que lo encarcelaron me llaman “la hija del caníbal”, como la de la novela de Rosa Montero, pero yo lo llevo bien, muy dignamente y en plan título nobiliario. La cosa es que se me ha ocurrido, por ahorrarme el marrón de tener que salir de caza, hacerme unas cuantas fotos mordisqueando la canilla de un ascensorista. Luego me dejaría apresar y podría dedicarme a componer sonetos, cosa que me entretiene mucho mientras hago las digestiones. El buen yantar me lo garantizaría la Generalitat de Cataluña, que, preocupada porque su gente no pierda el apetito, rápidamente avisaría a Ferrán Adriá para que me preparase una “Suprema de lengua de becaria” o unas “Mollejas de funcionario con crema de hongos”, no vaya yo a pillar una anemia por una dieta baja en proteínas. O a volverme vegetariana, que eso sí que tiene delito y no la chorrada de andar por ahí violando titis. Ya digo, un chollo. No sé cómo no se me ha ocurrido antes.



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