OPINION : "La rana que salió rana" inés matute

Estaba la rana sentadita en su charca, cuando de repente... ¡Rediós, el mismísimo Príncipe Azul haciendo jogging en chándal!

“Eh, Príncipe, tío, que enhorabuena y esas cosas”- Exclamó la rana muy ufana.

La rana era una rana gay, agnóstica y republicana, además de ranista. (Variante del feminismo en el mundo croante). Aunque, eso sí, con sus ojitos celestes, su paquete principesco y sus casi dos metros de eslora, el Príncipe la ponía viscosa.

“Perdón, ¿cómo dice, vil batracio?- Respondió el Príncipe dándose aires. (¡Ni que fuera el de Beckelar!)

“Digo que enhorabuena por lo de la infanta. En la charca se ha celebrado mucho, aunque, la verdad, en el fondo nos daba igual que fuera futuro monarca o monarco”.

“¡Diantre! ¡Cómo está la charca!”- Bufó el Príncipe tomando asiento a pie de nenúfar. “¿Sabes, vil batracio? En realidad lo mío es un asunto fastidioso (aprovechando que no había cámaras a la vista, el Príncipe comenzó a liarse un canuto por aquello de igualar la monarquía por abajo). Verás, la actual constitución libera a todos los ciudadanos de la tortura de reinar; a todos menos a uno, que viene a ser el menda. O, mejor dicho, que será el menda cuando mi padre estire su real pata y no quede más narices que echarle idem a la historia. ¿Estamos?”

“Estamos”- Respondió la rana arrimándose a su costado presa de muy lúbricas intenciones- “Pero, ¿ no va siendo hora de que la monarquía se pliegue a los vientos de la modernidad?

“Precisamente. Ahí iba yo. Gracias a Dios, y tras un proceso parlamentario más enrevesado que las votaciones de Operación Triunfo, la nueva igualdad ameritará el incontestable orden de nacimiento. Mi Leo no será reina por sus cualidades (que a partir de ahora declararemos únicas), sino por haber nacido antes que cualquier otro aspirante al trono. Vamos, que uno, que no sólo va de guay casándose con la nieta de un taxista y presentadora de telediario, sino que, además, lo es hasta la médula, considera que ya es hora de reformar todo lo reformable para que las mujeres estén en igualdad de derechos sucesorios. Pura modernización de Estado, diría yo, una cosa muy oportuna en la nueva España del buen talante”.

(Alboroto generalizado en la charca. Croares y vítores. ¡Viva el Príncipe Azul y la ex presentadora de telediarios!).

“Vale, colega”- Respondió la rana desinhibiéndose por obra y gracia de la turbia fumata - “Pero a mí no me la das con queso...”

“¿Cómo dices, vil batracio?”- Respondió el Príncipe con cara de azul mosqueo – “¿Acaso no ves que esto es una reforma trascendental para la buena marcha del Estado? ¿Acaso no ves que que las reinas puedan ser mujeres no implica que las mujeres puedan ser reinas?” - Rebatió él heredero decidido a confundir a la rana.

“Digo que, si bien ya es hora de buscar la igualdad sucesoria, me parece muy jeta por tu parte saltarte a la torera a tus hermanas para adecuar la constitución al nacimiento de la niña Leo. La niña Leo, Dios la proteja, no reinará hasta dentro de 30 años, y esa, me parece, va a ser una reforma efectiva a muy largo plazo...”

(La rana propina un profundo chupetón a la trompeta, vamos, al canuto en forma de trompeta, y retoma su chispeante discurso)

“Quiero con esto decir que me parece a mí que tú tienes mucho morro... Por aquí se comenta que la corona te la pone dura, ¿sabes?”

¿Cómo?- Preguntó el Príncipe atónito ante tanto desparpajo batracioplebeyo.

“Pues veras; creo que, como en el fondo la idea de reinar te mola más que a un tonto una canica, vas a pasar de tus hermanas, que nacieron antes que tú, pero vas a cambiar la ley en favor de la bebita. O sea, que primero te aferras al trono, obviando los “nuevos” derechos sucesorios de la infanta Elena, que es la primogénita, para luego ir de moderno y defensor de las féminas y modificar las cosas en exclusivo beneficio de la retoña, que te parece una candidata fetén por el mero hecho de ser tu hija. ¿Y si la niña Leo nos sale lela? ¿Y si la niña Leo tiene una hermana mucho mejor preparada? ¿Y si a Leo le sigue un infante y la constitución aún no ha sido reformada? En el reino animal, Príncipe, el poder siempre lo ejerce el más fuerte o el más hábil, y no el que nace primero. Vamos, que los derechos de sucesión no deberían estar por encima de los méritos personales ni por debajo de la discriminación sexista, ¿no crees?”
“¡Alto el carro, bicho malo! ¿Aún no sabes que unos heredan la corona pero son otros los que gobiernan? Así las cosas, ¿qué más da que el rey sea un perfecto tarado?” – Bramó el Príncipe arrugándose un poquito, quizá acordándose de algún antepasado.

“Ya veo. Para vos los privilegios y para los demás, los marrones... ¡Y todo ello sin preguntar al pueblo qué opina al respecto!”

“¡Deja ya de hacer futurología sociopolítica! ¡¡Eres una rana muy liosa!”- Protestó el Príncipe desprendiéndose del porrete y poniéndose en pie de un atlético brinco- “¡Seguro que eres amiga de Carod Rovira!- Añadió por dárselas de entendido.

“Le conozco, efectivamente, pero no nos entendemos dado que yo soy una rana manchega y él sólo intima con ranas catalanas. El voto es el voto, ya sabes. De todos modos, y ya que estoy en el secreto, ¿no querrás darme un beso, aunque sea sin lengua?”

Asqueado por la indecencia de la propuesta, más propia de una Rana a lo Torrente, el Príncipe tomó las de Villadiego con el azul ceño fruncido. Si sus súbditos fuesen la mitad de listos que la rana manchega, poco iba a durarle el trono a la niña Leo. ¡Qué digo!¡Poco iba a durarle el trono a su abuelo! “Menos mal que el pueblo es medio idiota!”- Murmuró el padre de Leo para sus azules adentros.
Pues sí. Menos mal que la plebe siempre confunde el culo con las témporas.



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