Me es difícil catalogar las sensaciones experimentadas tras la proyección de La vida secreta de las palabras, la emoción que me embargaba no sólo al encenderse las luces sino horas después, cuando en mi cerebro permanecían imágenes, frases, pero sobre todo silencios.

Porque la nueva película de la directora catalana está construida de lo que dicen sus protagonistas pero sobre todo de lo que se callan, de las miradas, las pausas, los silencios que distancian a Hanna (una espléndida Sarah Polley) de Josef (Tim Robbins es capaz de expresar con un solo gesto toda una enorme paleta de emociones), del resto de los personajes y también de nosotros.

De Hanna conocemos sus excentricidades innumerables (se lava sin cesar las manos, come sistemáticamente pollo, arroz blanco y media manzana, trabaja sin cesar hasta el punto de que nunca ha cogido vacaciones, vive en un lugar desconocido del norte de Irlanda, habla con un acento extraño), pero no lo más importante, lo que se esconde en un pasado que golpea con fuerza su alma. Los silencios la relacionan con Josef, un enfermo postrado en la cama en una plataforma petrolífera que ha sufrido un accidente y se ha quedado temporalmente ciego. Él también esconde sus propios secretos, una vida de la que se arrepiente aunque sus frases (constantes, como una catarata de palabras e ironía) no transmitan todo el dolor.

La diferencia entre Josef y Hanna es su forma de enfrentarse a este dolor. Josef habla sin cesar pero sus palabras sólo comunican superfluos vacíos, porque lo importante, lo que verdaderamente le arde más que sus quemaduras permanece oculto. Hanna hace del silencio una poderosa arma, la que la separa de todos aquellos que quieren de algún modo entrar en su vida.

Palabras dichas o no expresadas, la incomunicación como un elemento presente en la sociedad, la soledad de personajes que no se encuentran a sí mismos porque el pasado ha marcado con sus heridas todo el futuro.

La vida secreta de las palabras es una compleja relación de personajes cubiertos de cicatrices, una elegía a la incomunicación de seres que prefieren huir a tener que enfrentarse a las marcas de su pasado, un análisis de los imprevisibles comportamientos humanos. Una película que te obliga a pensar y que en ningún momento te deja indiferente.