LITERATURA: Luna del Este - "Vislumbres en el jardín" javier martín ríos

De vez en cuando el paseante gusta pasar un rato de soledad en un pequeño jardín perdido entre el bosque de rascacielos de Shanghai. No es un espacio muy grande, apenas tiene arboleda, pero en su interior se puede apreciar y sentir la esencia del arte de la jardinería clásica china en todo su esplendor. Este solitario rincón es un oasis de quietud en medio de esta gran metrópoli de sueños de cristal. Un lugar donde el tiempo se ha detenido en la escalera invisible de la Historia.

El jardín clásico chino guarda entre sus muros el verdadero karma del Extremo Oriente. Es la expresión máxima del espíritu del hombre materializada en la piel de la naturaleza. Es la plenitud de la belleza, la consecución de la armonía absoluta, la confluencia de lo físico y lo espiritual en un mismo escenario creado para adentrarse en los confines del silencio. En suma, un lugar para la contemplación, la meditación, la paz y la sabiduría.

Antaño, muchos letrados chinos amaban la vida del retiro y la soledad. Cada uno esculpía su propio paraíso terrenal a imagen y semejanza de sus inquietudes espirituales. Cada jardín era el espejo del alma de su hacedor, un sueño proyectado sobre la tierra. Aquellos letrados hace tiempo que se disiparon en la niebla de la Historia, pero sus obras han quedado para asombro y regocijo de las generaciones futuras.

En el jardín clásico chino la pintura y la poesía se manifiestan al unísono en los elementos de la naturaleza. El agua del estanque, las rocas, los pabellones, el bambú, los pinos, los ciruelos, las flores, las hojas de loto, los peces, todo dialoga entre sí para lograr la armonía perfecta entre el espíritu y la materia. Nada sobra, todo es exacto. Lo interior fluye hacia lo exterior y viceversa. Cada elemento esconde su símbolo, la representación de las virtudes de los hombres. En lo minucioso reside la grandeza. En el vacío, lo sublime.

A veces el paseante deja pasar las horas sumergido en ese pequeño jardín atrapado en el denso bosque de rascacielos. Allí se siente inmerso en plena soledad y abstraído en la contemplación de las cosas. La quietud se expande a su alrededor y él se siente en perfecta armonía con el universo. Allí, entre los muros del jardín, la vida del hombre se disuelve en el aire. Afuera, Shanghai se mueve con latidos de corazón mecánico y prisas en las aceras.

Hoy las horas han volado sobre el jardín como pequeñas nubes en un cielo despejado. Cuando ha vuelto a casa, la vista del paseante se ha disipado en la brisa de la primavera que desde hace algunos días envuelve a la ciudad.




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