ARTE: "Del interés del arte por la juventud" kepa murua
Como verdad inescrutable de su propia naturaleza, sólo los que aspiran a ver la belleza en los jóvenes son capaces de sentir el arte como un modelo eterno pese a las andanadas del tiempo en el mundo de la estética. Las oscilaciones del gusto son tremendas, lo que para unos es bello, para otros no lo es, pues la inmensidad que encierra el significado de esta palabra, que busca a todas horas su concreción, es como la intensidad de las aseveraciones que escuchamos en torno a ella. Pero la belleza no tiene por qué ser joven eternamente, sino que a su vez se descubre con el paso del tiempo en los pliegues que maduran en el rostro de una vida. Así el arte prefiere la belleza de las cosas intercambiables que evitan la congelación de un tiempo determinado, al igual que la moda se guía de las tendencias de los jóvenes. Pero si el dilema es evidente, el morbo está servido. ¿Quién es el radical que niega la belleza de la juventud frente a la de la madurez, quién el que compara la belleza clásica con la moderna, quién el loco que es capaz de negar la belleza en un cuerpo ágil, quién el osado que se tapa los ojos ante la belleza que reniega de la manera de sentir de los mayores? Si cualquier insensato confunde belleza con gusto, y educación con cultura, el arte constata una belleza atemporal que confraterniza con el paso de un tiempo perdido. Es la metáfora de la vida, la belleza del momento ante la experiencia de la vida. Pero la estética que busca en la juventud su manera de interpretar la vida olvida el quehacer del mismo arte. Olvida el reverso de la belleza que se fija en tantas cosas como una ínfima parte de sus posibilidades porque la belleza no está en el objeto representado y sí en los ojos que lo miran. La belleza no es el paisaje como tal, sino la experiencia que se multiplica cuando sentimos su presencia porque los ojos admiten que es bello lo que miramos. Son los sentidos en contra del discurso, pues hablamos con los ojos como miramos con las palabras que sostenemos con la boca cerrada. La juventud es un momento que no guarda ningún tesoro, pero el arte cuida su efímero misterio. La belleza se encuentra en el verdadero interés del arte por otras cosas: por la vida, por el modelo, por la atracción de lo que nos rodea y el mundo en que se mueve el artista. Y aunque éste daría la vida por volver a ser joven, no puede concretar dónde radica la belleza que contemplamos, de la misma manera que su entendimiento se ofusca cuando recuerda la belleza de los jóvenes. La juventud no es un tesoro de la historia del arte, es belleza que sin mirar atrás prevalece a su pesar en el tiempo.