LITERATURA: Maxi Single - "Green Hello" David Murders & the Representatives of Evil
Cara A:
Green Hello
Hoy está muy lejos de diluirse en ayer para siempre. Los pájaros cantan desde los múltiples rincones de este aislado night bar, que hoy está muy lejos de convertirse en ayer para siempre. Hoy está muy lejos de convertirse en ayer para siempre. Hoy está muy lejos de convertirse en ayer para siempre.
De convertirse en ayer para siempre no hay nada más que hablar: la música nos transporta, respiramos de la hierba, bebemos de la tisana en una densa y cálida penumbra, bajo las luces, entre arabescos de humo y vapor.
Un horror cósmico y un horror intracelular conforman un horror vacui del que una floresta fantasma emerge hacia el Paraíso.
La calma de hoy, dánosla hoy en el infierno del artificio. Por los siglos de los siglos, Satán.
Cara B:
La Metamorfosis de la mosca
La Tierra viajaba en silencio en la ignota distancia del cosmos. La mosca, surcando el mar de polvo y partículas que volaba en la habitación, dibujó un giro lento hacia la ventana. Hubo una gran explosión que lo puso todo en suspenso y, víctima del colapso, cayó sobre la cama totalmente fulminada.
De madrugada, la pálida luz exterior se filtró por las ranuras de la persiana y sus afilados haces salpicaron la pantalla oscura del techo llenándolo de manchas blancas que se estilizaban y crecían adquiriendo formas finas y alargadas como hilos. Desde la cama, paralizada de terror, asistió al espectral avance de las manchas sobre la densa negrura del techo, las vio crecer y recorrerlo por completo hasta cernirse sobre las paredes de la habitación y conformar el estremecedor dibujo de una enorme tela de araña.
Sin osar moverse, buscaba a la araña de reojo; y cada vez que un nuevo hilo se añadía a la fantasmal tela, un nuevo estremecimiento recorría sus extremidades y le recordaba con urgencia cómo, en el pecho, el corazón golpeaba ahogándola.
Se giró con rapidez hacia su izquierda y palpó instintivamente los cuerpos que encontró en la penumbra hasta que pudo alcanzar el cordón de lo que reconoció como una lámpara. Tras un lapso interminable, acertó a pulsar el interruptor.
Mientras observaba el techo despejado a la luz de la lámpara y escrutaba rincones y huecos a un lado y otro del cuarto, la idea de que todo había sido un sueño vino en pos de su conciencia, apareció creciendo en su interior como si viniese desde muy lejos, a gran velocidad pero lentamente, hasta llegar a presentarse con la claridad redentora de una certeza absoluta.
Sólo entonces reclamó su cuerpo el derecho a desperezarse con entera libertad y pudo conducirse como una persona más que comienza otro día cualquiera.
Salió de la habitación, recorrió un pasillo estrecho y llegó a la cocina del apartamento. En la cocina se preparó un café con leche, unas tostadas con mantequilla y un zumo de naranja.
Mientras mordía las tostadas, miraba la calle a través de la ventana. Con aquel sueño grotesco ya medio olvidado, apenas lograba contener el deseo de salir y gozar de la mañana, de la luz, precisamente, que embargaba por completo sus sentidos.
Algunas personas caminaban por la calle. Un gorrión cruzó frente a la ventana; otro se detuvo en el alféizar durante unos instantes y se echó a volar de nuevo.
Pero tras estas ensoñaciones, cayó pronto en la cuenta de que era lunes, y que, por tanto, tenía que ir a trabajar. Quizá porque aún se hallase presente un difuso recuerdo de lo ocurrido durante su despertar, agradeció de manera inmediata aquel impulso automático que la obligaba a ponerse en marcha hacia un objetivo preciso. Así que se vistió rápidamente y salió a la calle.
Todo fue bien. Concluyó su jornada laboral en la oficina y volvió a su apartamento hacia las ocho de la tarde. Sin embargo, durante toda la jornada, y desde aquellos primeros minutos del día, no había podido ignorar ni sobreponerse del todo a cierta voz interior que, ajena a su voluntad, susurraba algo incomprensible, se apagaba dejando un zumbido inquietante y siempre volvía a aparecer, a intervalos irregulares y con intensidades variables.
Por mucho que lo intentara una y otra vez, le resultaba del todo imposible identificar el origen de su creciente desasosiego.
A las diez cenaba con cuchillo y tenedor ante un informativo tratando de distraer su mente con la cena y las noticias. Pero después del programa y los anuncios, sobre las diez y media quizá, comenzó la emisión de una película que captó su atención de inmediato y le desagradó sobremanera.
Una descarga de horror atravesó su conciencia en un instante, porque -como quizá hayáis podido imaginar- el título de aquella película no era otro que la Mosca.